POR: FERNANDO DÍAZ NARANJO
Quién piense que se ganan elecciones por contar con un partido político, una candidatura y un buen candidato está muy equivocado.
Son muchos los elementos con los que un partido y una candidata y candidato necesitan para lograr posicionarse en una elección, pero además, estar atento a cada una de las etapas que una campaña encierra tales como la planeación de la misma, la integración de los informes sobre los gastos generados para la debida fiscalización por parte de la autoridad electoral, la supervisión de la correcta impresión de las boletas electorales a través de sus representantes, la determinación de donde se ubicarán las casillas, la atención y participación en debates, entre tantos aspectos más.
Uno de estos rubros lo es la estructura necesaria para lograr una cobertura de las diversas etapas que se desarrolla en un proceso electoral.
Si hablamos de la elección para la renovación de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, tenemos que los actuales competidores necesitan un enorme ejército que vigile, observe y hasta se manifieste por los canales institucionales ante cualquier irregularidad que pudiera presentarse.
De entrada, los partidos políticos y los candidatos sin partido, deben de acreditar a un representante propietario y un suplente, ante el Consejo General del Instituto Electoral de la Ciudad de México. Asimismo, deben acreditar ante los Consejos Distritales a un representante propietario y a un suplente. Nuestra Ciudad Capital se divide en 33 distritos electorales locales por lo que esto da un total de 66 representantes plenamente acreditados.
Ahora bien, toda vez que la elección de julio próximo es concurrente con el INE, los Consejos Distritales tanto federales como locales adscritos al Instituto Electoral de la Ciudad de México, debieron coordinarse para la realización de recorridos en donde ubicaron y aprobaron, los lugares en donde se instalarán probablemente poco más de 13,000 casillas electorales en nuestra Ciudad Capital.
Este dato, por demás relevante, significa, de entrada, que cada fuerza política deberá acreditar a por lo menos a un número similar de representantes tanto propietarios como suplentes, lo que daría un total de 26,000 representantes. Además, la legislación electoral establece la acreditación de un representante general por cada 10 casillas lo que nos arroja un total de 1,300 representantes por cada fuerza electoral.
La suma que necesita cada fuerza política hasta este momento, es un ejército dé 14,368 personas, tan sólo para la Ciudad de México. Imaginemos lo que cada partido político, aún con coalición, necesita para cubrir la República Mexicana en estas elecciones federales, concurrentes con las locales en 30 entidades federativas.
A estos datos habría que agregarle el personal que cada candidato o candidato podría contar, tales como abogados, politólogos, mercadólogos, contadores, brigadistas, equipo secretarial, etc. Pero no se trata de contar con personas para cubrir solamente una elección, sino debe de ser personal con ciertos conocimientos en materia electoral que, en algunos casos, resultan muy especializados, sobre todo cuando se trata de ejercer algún medio de impugnación.
Por si fuera poco, la cobertura electoral es sólo uno de los ingredientes necesarios para competir en un campaña electoral. Existen tantos otros temas obligados a dar atención en el desarrollo de una campaña que por eso se vuelven tan complejas. Dicho sea de paso, aquí tenemos un elemento del porqué para los candidatos sin partido resulta tan difícil competir con los partidos ya establecidos que concentran toda una estructura permanente, situación que en un futuro deberá analizarse.
Así que, como podrá observar amable lector, hacer una campaña electoral no es un juego de niños.
