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Investigación

INTERSECCIONES / Vientos de insumisión desde el sur de Europa

La caída del gobierno vieja en España, y la formación del nuevo en Italia, pueden no ser tan disímbolas como parecen.

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Por Fulvio Vaglio

@vaglio_fulvio

Más allá de la sorpresa por el voto que ha destronado el PP de Mariano Rajoy, la prensa española no está siendo muy entusiasta para con Pedro Sánchez y su PSOE renovado. El comentario más halagüeño es que Sánchez es un “superviviente” (El País) o un “renacido” (El Periódico de Catalunya) y que su victoria la debe más a su tesón y oportunismo que a una estrategia consistente y madurada; la sentencia sobre el caso Gürtel fue un regalo de Navidad muy anticipado y el secretario del PSOE supo aprovecharla.

Para refrescarnos la memoria, la sentencia llegó después de una década de investigaciones y vaivenes procesuales, estableció en firme la responsabilidad del Partido Popular en uno de los escándalos de corrupción más sonados en la España de la democracia y, en el mismo tiempo, puso en evidencia a Rajoy como un político torpe y de respuesta lenta. Pedro Sánchez convocó a un espectro amplio de fuerzas progresistas, que incluía a los independentistas catalanes y a los nacionalistas vascos, y eso le permitió superar la barrera de los 176 votos necesarios para que prosperara la moción de censura (obtuvo 180).

El sábado 2 de junio, José Antonio Zarzalejos puntualizaba en el Periódico de Catalunya que los separatistas catalanes no han votado para poner a Sánchez al gobierno, sino para quitar a Rajoy; ahora el reto para Sánchez es manejar un barco frágil (el PSOE, de suyo, sólo cuenta con 85 diputados) entre escollos peligrosos: ya ha declarado que respetará el presupuesto general de la nación, preparado por el PP y que el parlamento acababa de aprobar, y que mantendrá la posición legitimista del PSOE a propósito del artículo 155; pero, por otro lado, ya ha abierto canales de diálogo con el President de la Generalitat catalana, Quim Torra, y el Lehendakari del gobierno vasco, Iñigo Urkullu. Como quien diga: entre dios y el diablo.

En realidad, por mucho que le haya dolido a los populares la censura del viernes, el PP tiene ahora la oportunidad de dejar que el PSOE se queme los dedos tratando de sacar las castañas del fuego; pasado el desconcierto inicial, esta parece ser la estrategia del PP en el post-Rajoy; las fotos de la ceremonia de traspaso del poder, con Sánchez concentrado y Rajoy y la plana mayor del PP observándolo apartados y adustos, parecen resumirla simbólicamente.

Los propios círculos progresistas y socialistas calculan que la expectativa de vida del gobierno de Sánchez, si le va bien, es de más o menos un año, y luego nuevas elecciones. Puede ser un periodo suficiente, o demasiado corto, dependiendo de varios asegunes: la intención de Sánchez es que su gabinete no sea “técnico”, sino “político”, con medidas como la derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana de 2015, popularmente conocida como “ley mordaza”, y la abolición de los diferenciales salariales regionales, mientras se socavan los aspectos más autoritarios de la intervención central en Catalunya. Obviamente, la respuesta del PP será el intento de obstaculizar o bloquear estas medidas.

Todo esto, mientras se decide el rumbo económico de España: en principio, el presupuesto general para 2019, ya aprobado, blinda la economía española contra las tentaciones inflacionarias para cubrir gastos de fuerte índole político-social, y reconfirma a España como la niña de los ojos de Angela Merkel en el sur de la Unión Europea; pero hay que ver si la insumisión populista italiana no se trasvasa a la península ibérica.

En este sentido, la situación italiana, pese a las diferencias, tiene parecidos estructurales con la española: el nuevo gobierno Conte ha también optado por un formato “político” y no “técnico” (es decir, que piensa en término de uno o dos años, no sólo de pocos meses en espera de nuevas elecciones, como parecía ser el caso con el “paréntesis Cottarelli” antes de que Mattarella, Di Maio y Salvini le practicaran resucitación cardio pulmonar a Conte); la tentación inflacionaria en función anti-Merkel, defendida por el candidato al puesto de Ministro de Economía y Finanza, no está conjurada ni siquiera después de que Paolo Savona ha cambiado portafolio (pero ha “sugerido” a uno de los suyos para ocupar ese cargo).

La “insumisión” a las reglas de la Comisión Europea en tema de inmigración (con respectivo costo económico), es un punto más álgido en Italia que en España (habrá que ver qué sucede con la promesa de Matteo Salvini de cortar lo cinco mil millones de euros destinados a ayuda a los refugiados); pero en España queda abierto el asunto catalán, que también es un dolor de cabeza para Berlín, Bruselas y París; en el artículo citado, Zarzalejos comentaba que el cambio en Madrid es positivo pero insuficiente, si no hay un cambio de actitud en Barcelona. Y puede no ser casual que, el mismo día en que caía el gobierno Rajoy, la fiscalía alemana reactivaba la orden de extradición en contra de Puigdemont, no sólo por delitos fiscales sino por rebelión (le tocará al tribunal regional de Scheswig-Holstein decidir en el mérito);

En suma, el sur de la Unión Europea sigue siendo un reto para Merkel, su coalición de gobierno y su defensa a ultranza de presupuestos balanceados: a ver cómo responde la socialdemocracia de Martin Schulz y de los JuSos a las voces disonantes (y entre ellas desafinadas) que saldrán en los próximos meses de Madrid y Roma.

*Semiólogo, analista político, historiador y escritor.

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