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Investigación

CRÓNICAS DE LA CIUDAD / Las casas de la calle Bucareli (I)

Dicha calzada hacía la delicia de paseantes. Trazado sobre los terrenos desecados de una zona pantanosa, la anchurosa vía contaba tres carriles pareados, un par para coches y otro para caballos.

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Por Pedro Flores

La avenida Bucareli originalmente fue llamada “El paseo nuevo”, y no sólo es famosa por el Palacio de Cobían, hoy convertido en la Secretaría de Gobernación, en donde, por cierto, estuvo la embajada americana, sino por mil y una historias de edificios y leyendas, que se han formado en esta rúa en donde se inicia con los edificios de los diarios más antiguos de México y termina con los vestigios de la industria cigarrera.

El proyecto de dicho paseo se diseñó sobre una calzada ya existente, ubicada en el poniente de la Ciudad, y que corría de Norte a Sur, comenzando a la altura de lo que hoy es el cruce de Paseo de la Reforma y Bucareli (donde se levantaba el Coliseo Nuevo) y llegando hasta los Arcos de Belén, hoy la avenida Chapultepec.

Aún no estaban de moda las placas conmemorativas que los políticos de la actualidad utilizan, pero luego de que en diciembre de 1775, el virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa entregó a la capital una “avenida”, el pueblo le quitó el nombre de “Paseo nuevo” y lo empezó a llamar Bucareli.

En ese entonces dicha calzada hacía la delicia de paseantes. Trazado sobre los terrenos desecados de una zona pantanosa, la anchurosa vía contaba tres carriles pareados, un par para coches, otro para caballos, y a los extremos, un par jardinado y dedicado a los caminantes.

Fue uno de los paseos más famosos y concurridos de la Ciudad de México hasta todavía entrado el siglo XIX. Cronistas y personajes distinguidos que llegaron a la Ciudad de México dejaron relatos de su visita a dicho paseo, como el que describió Madame Calderón de la Barca en su libro “La vida en México”:

La historia nos señala que por ese paseo entraron a la Ciudad de México, en 1821, el Ejército Trigarante al consumarse la Independencia, y en 1867, don Benito Juárez a la muerte de Maximiliano I, e incluso se erigiría una estatua conmemorativa con ese hecho en honor al Benemérito de las Américas, cuyo proyecto en su totalidad nunca se consumó…

Pero Bucareli perdió mucha importancia con la creación del paseo de la reforma
en 1867, desde el tiempo de Maximiliano, sí, aquel que Le quedó a deber 99 pesos oro a los hermanos Agea, los mismos que hicieron las escaleras de palacio nacional y a quienes

Les tuvo que pagar con terrenos por construir lo que se llamó el paseo del emperador, actualmente Paseo de la Reforma.

Los tiempos transcurrían y en 1902 el comerciante y algodonero español Feliciano Cobián adquirió un predio recién fraccionado (que pertenecía a los almacenes de tranvías) en la esquina de lo que luego sería la calle dedicada al

General Prim y el más estrecho Bucareli, y encarga al arquitecto campechano Emilio Dondé la construcción de una casa a la que traería a su familia que vivía en Guadalajara.

Don Feliciano se casó en 1899, en Guadalajara, con la señorita Rosalía Fernández del Valle, hija de don Manuel, y procrearon tres hijos: José, María y Joaquín, que vivirían en la nueva casa del Paseo de Bucareli.

Desde 1901, don Feliciano había intentado adquirir un predio en la Ciudad de México, y en 1902 obtuvo uno recién fraccionado de mil 750 m2 (que pertenecía a los almacenes de tranvías) en la esquina de lo que luego sería la calle dedicada al General Prim.

El propietario solicitó al arquitecto Emilio Dondé aprovechar los cimientos de una edificación existente y que eran parte del inmueble que fungía como oficinas para la terminal y depósito del “Tranvía de vía Angosta de México / Tacubaya y Mixcoac”. Ese edificio definió una parte del perfil de la casa, a la que con las instrucciones del arquitecto Dondé se agregaron dos alas a manera de pabellón-mirador de dos plantas, y que definen en gran medida el esplendor del conjunto.

La casa a la que los textos siempre se refieren como “Palacio Cobián” se terminó en noviembre de 1903, y se edificó en 8 meses, ya que se aprovecharon fragmentos de la edificación existente, que aparentemente tenía muy buena factura y cuyos sólidos cimientos parecen haber sido íntegramente aprovechados, junto con buena de la edificación de dos niveles, concebida originalmente como oficinas gremiales.

El bloque central del “Palacio” es un sólido elemento de ocho entre-ejes y seis vanos en las dos plantas, a las que a ambos lados se adicionó un portalón de acceso y una galería de cuatro entre-ejes más. El resultado final es una extendida fachada de quince metros de frente sobre el Paseo de Bucareli; además el inusitado revestimiento de diez y quince metros con un jardín enrejado, permite contemplar la arquitectura que al centro de la composición ostenta un balcón remetido y de agradables proporciones.

Pero la época de las vacas flacas llegó a la familia Cobían, en 1909, el “Palacio Cobián” resultó afectado por un severo problema de compromisos y adeudos tributarios de su propietario, por lo que como adeudo predial y a fin de ese año, pasó a ser propiedad del gobierno federal, encabezado por el Presidente Díaz. En ese estado (ya sin el mobiliario original) pasó a albergar a la legación de los Estados Unidos de Norteamérica y posteriormente la sede de la Secretaría de Gobernación.

Don Feliciano Cobián murió en 1936 (a los ochenta y ocho años) en su residencia ubicada en las calles de Lucerna de la colonia Juárez; sus restos fueron inhumados en el Mausoleo de la Familia Cobián Fernández del Valle en el cementerio Español del Panteón de Do- lores. Todas las propiedades adquiridas por los hermanos Cobián fueron afectadas severamente durante los movimientos revolucionario y luego políticos de los años treinta.

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