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GENTE DETRÁS DEL DINERO… CHILANGO / ‘Mi vida por unos bonos’

Tal vez una auténtica tempestad política y financiera haría recular al presidente de la primera acción que tomó sin aún ser presidente…

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Mauricio Flores

Hace dos semanas el nuevo gobierno mexicano salió recomprar 1,800 millones de los 6 mil millones de dólares de los bonos MexCat emitidos para financiar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, y desde entonces a la fecha la historia es adversa para “los muchachos buenos”, avasallados por la negativa de los “muchachos malos” que poseen esos bonos y que ya desairaron dos ofertas seguidas. Habrá quienes crean que, como en las buenas telenovelas, luego de un período intenso en que el “muchacho bueno” pasa por penurias indescriptibles vendrá un cambio de vientos -por milagro, por astucia, no más por que sí- que le permitirán salir airoso y, colorín colorado, todos felices para siempre.

Pero si nos atenemos a la experiencia latinoamericana semejante, la de Argentina que tras la expropiación en 2012 de la petrolera YPF y que tendrá que pagarle a los llamados “Fondos Buitre” lo equivalente a 17 veces el valor de los bonos que no pudo pagar el gobierno de Cristina Kirchner, es mejor hacernos a la idea de que la telenovela de los MexCAT puede durar muchos años y que no hay manera de augurar que habrá un “Happy End” … y menos para la conectividad aérea de la Ciudad de México y centro del país.

A qué le tiras cuando sueñas mexicano

Hay gente bien intencionada pero también gente maliciosa entre el público, que cree -o quiere hacer creer- que los bondholders (los que compraron los bonos MexCat) y sus crecientes exigencias para ceder sus documentos y los derechos con ellos adquiridos al gobierno mexicano hará que, en una epifanía financiera, el presidente Andrés Manuel López Obrador percibirá su error y dará marcha atrás a su decisión la cancelación del NAIM dados los crecientes costos de hacerlo. Sin embargo, ello no será así, no en el corto plazo, y para entender ello basta con ver nuevamente los primeros capítulos del este melodrama: el Acto Fundador del gobierno de la #4Transformación.

Ese Acto Fundador  fue una “consulta popular” (con infinidad de deficiencias en todos lo sentidos e insostenible en términos legales ante cualquier tribunal) que dio forma a un de las promesas de campaña más relevantes de López Obrador: la cancelación del NAIM por ser “fuente de corrupción”, un “ecocidio” y ofensa a “los pueblos originarios”. Sea cual sea la veracidad de esos tres articulados, el hecho es que ello es la piedra fundadora de la narrativa del actual gobierno y no se desdecirá de ella aún en medio de la mayor tempestad.

Tal vez una auténtica tempestad política y financiera haría recular al presidente de la primera acción que tomó sin aún ser presidente, pero hacerlo sería reconocer una derrota ante sus no pocos adversarios y una fuente de gran enojo entre sus seguidores que también son muchos.

Dada por descontada la posibilidad de que se reactive el proyecto de Texcoco (cuando menos en el corto plazo), es pertinente preguntarse el motivo o razón por la cual desde el gobierno federal se mantiene con vida esa esperanza. Esas esperanzas tuvieron por aliciente la semana pasada las palabras del secretario de hacienda, Carlos Urzua, quién declaró que se analiza la posibilidad de cancelar el proyecto alterno de Santa Lucía ante la negativa de los bondholders (hoy convertidos en contrapeso real aún  gobierno que ostenta obtuvo 30 millones de votos) de aceptar la segunda oferta de recompra consistente en pago a la par (1:1) mas un 1% de premio de aceptar la recompra además de que todos los costes y gravámenes del proceso correrían a cargo del gobierno mexicano… con el compromiso de no construir Santa Lucía ni potenciar a toda su capacidad el aeropuerto internacional de Toluca.

Y es que los inversionistas representados por los despachos de Hogan Lovell y Houlihan Lokey, así como fondos operados por David Martínez, Paul Singer BlackRock ya “midieron” al gobierno mexicano y su ansiedad por recomprar los bonos, por lo que estarían por exigir entre otras cosas una sobretasa de interés de 28% del costo original de los bonos.

Así que la razón por la que el actual gobierno mantiene “viva la esperanza de Texcoco” es evitar que la telenovela derive en un drama financiero en el corto plazo.

El costo de no hacer nada

Pero el costo mas oneroso sin embargo no es el de pagar los bonos. Tal vez se deban pagar a una relación de 1:5 veces los próximos 30 años y con ello duplicando el costo de lo que ha sido el cargo del rescate bancario de 1995 a través del Fobaproa. El rescate bancario tuvo por objetivo resolver una contingencia inmediata de evitar caer en una crisis sistémica del sector financiero y la evaporación de ahorros y depósitos de personas y empresas; por oneroso que haya resultado, ello sirvió para corregir la crisis que comenzó con el gobierno de Ernesto Zedillo.

En el caso del rescate aeroportuario (el llamado “AeroProa”) tiene como agravante que se formaría para no construir nada, para mantener al tope la operación del actual Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y elevar la Tarifa Única Aeroportuaria para pagar una deuda que se contrató para una obra que yacerá abandonada (subutilizada en el mejor de los casos) con un costo directo de 120 mil millones de pesos literalmente enterrados en un lago muerto.

Sin embargo, la mayor afectación del Aeroproa, y con esto termina esta telenovela (que bien podría ser una versión mexicana de The Walking Dead) es que México se comprometería con los inversionistas a no construir ningún aeropuerto a 70 millas a la redonda (adiós Santa Lucía, adiós Tizayuca) ni a reactivar fuertemente el aeropuerto de Toluca, es decir a olvidar el proyecto lopezobradorista de una “corona aeroportuaria” y con ello estancar la conectividad aérea del principal centro urbano y de negocios del país.

Feliz 2019.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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