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CDMX

Chascarrillos, farsas y dramas (2)

Cómo apareció en los medios la protesta popular contra el gobierno ultraderechista húngaro.

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Fulvio Vaglio

Los que vimos los noticieros internacionales del 8 de diciembre y quisimos saber algo más de las protestas en Budapest recurriendo al internet, quedamos decepcionados. Hasta el 13 de diciembre, recorriendo las 10 primeras páginas de Google, encontrabas un artículo, no firmado, de una fuente que parece ligada con los sindicatos húngaros que habían organizado la manifestación; uno y nada más; en cambio, encontré varias veces los resultados de la lotería nacional húngara, el OVNI avistado sobre Budapest y el encuentro de hockey entre Hungría y Japón. Según la fuente sindical, la televisión húngara le dedicó más de tres minutos a los problemas de Macron con los gilets jaunes, y menos de 30 segundos a la manifestación de Budapest.

Finalmente, el viernes 14, el Visegrád Post ha difundido la versión oficial del partido en el poder (el FIDESZ de Viktor Orbán). Como era de esperarse, niega que la nueva ley laboral, que ocasionó la protesta, pueda llamarse “ley de esclavos” como la han definido los medios liberales europeos; minimiza la potestad que esa ley les otorga a los empresarios de aumentar la semana laboral de 40 a 48 horas (es decir, de eliminar el sábado festivo); admite que esa misma ley aumenta 250 a 400 el monto máximo de horas extras laborables en un año, pero no dice que también aumenta de uno a tres años (sí, han leído bien: años) el plazo para el pago de las horas extra trabajadas, y sostiene que los austriacos están peor y no se quejan de la semana laboral de 60 horas (no sé de dónde sacaron la noticia, que a todas luces es falsa); concluye que los rumanos, ellos sí, tienen de qué estar preocupados por el carácter represivo de su gobierno. Ah, y de paso llama “fake news” a los medios no alineados con el gobierno de Orbán.

Los testigos liberales admiten que la manifestación no fue multitudinaria pero sostienen que, en el clima de represión instaurado por Orbán, fue exitosa. La foto que publicamos en esta columna demuestra que sí hubo “chalecos amarillos”, por lo menos en el servicio de orden conformado, presumiblemente, por los activistas sindicales. Por difícil que sea conseguir noticias que escapen la censura del gobierno (y más después de que en octubre 2016 se clausuró el principal periódico de oposición, el Népszabadság), en los dos últimos años se han multiplicado las protestas populares contra el gobierno: abril-mayo 2017, enero, mayo y noviembre 2018; y ahora, en plena temporada pre-navideña: el Visegrád Post reporta aliviado que el Árbol de Navidad en la Plaza Kossuth y los trineos para diversión de los niños, amenazados por los vándalos, han sido salvado por la policía. Hasta aquí el chascarrillo.

Raoul Weiss, el articulista del Visegrád Post, relaciona la reforma de la ley laboral en Hungría con la presencia de mano de obra calificada; los países del centro y norte de Europa, pontifica, sólo pueden reprocharse a sí mismos: si en décadas recientes no hubieran dejado que su tasa de natalidad llegara a niveles negativos, ahora no necesitarían inmigrados: simple aritmética demográfica, ajena a Hungría donde se sigue respetando el mandato de “todos los hijos que Dios quiera” y, por lo tanto, no se necesitan inmigrados. Y le agrega una veta de “sospechosismo”: Ángela Merkel utiliza a la izquierda húngara para hacer la prueba en Budapest de su propio, futuro enfrentamiento con los sindicatos alemanes.

Según el VP, el gobierno de Orbán acaba de asestar un duro golpe a las ideologías antipatrióticas y anticristianas, disfrazadas de liberalismo y arraigadas, claro está, en las universidades (¿recuerdan a Millán Astray y “muera la inteligencia”?). Se terminan los “estudios de género” en las universidades públicas: si algún alumn@ quiere cursarlos, que se los pague de su bolsillo. Los entrevistados por los “fake news” europeos se preguntan “¿y cuándo van a prohibir la contracepción y el aborto?”.

Otro artículo del VP llama la atención sobre un episodio poco conocido: en noviembre 1956, en el medio de la insurrección anticomunista de Hungría, el gobierno de Franco habría estado a nada de ordenar la intervención española en apoyo a los insurgentes. Alemania y Austria, según el VP, estaban en el plan (el articulo cita también a Suiza, lo que evidentemente es un error grosero puesto que las Guardias Suizas, desde siglos, ya tienen sus manos llenas para defender la Santa Sede, sin mucho éxito que se diga); al final Washington no dio su visto bono y la operación abortó. Farsa a ritmo de chotis, sobre el trasfondo del drama real que dejó tres mil muertos en las calles húngaras entre el 23 de octubre y el 10 de noviembre.

Aparentemente – dice el artículo – España y Hungría están en posiciones ideológicas y políticas opuesta, y la posición actual del PSOE sobre inmigración parecería confirmarlo; pero se trata de excepciones en una tradición milenaria de catolicismo confesional; tradición que no debe extinguirse. Gracias a Dios, George Soros (además de ser un húngaro renegado) es judío: el superministro de Recursos Humanos, Miklós Kásler, le acaba de quitar a su Central European University el derecho de expedir diplomas en Hungría; en la misma óptica antisemita, ha boicoteado el flamante museo de la Shoah por sugerir que los pronazis húngaros habían participado en la masacre de judíos en la segunda guerra mundial. Y con esto cerramos el círculo entre drama y farsa, de regreso al chascarrillo.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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