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CDMX

EL SILENCIO, LA LEY PENDIENTE

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La contaminación del aire, los congestionamientos viales, el comercio en la vía pública, el perifoneo de establecimientos comerciales, construcciones, obras viales, claxonazos a altas horas de la noche o en la madruga, la ciudad no duerme…

En Viaducto, el mantenimiento de los anuncios publicitarios en los desniveles hacen continuo el ruido de los vehículos automotores, el estrés de los capitalinos en aumento; silbatazos de policías en los cruceros, patrulleros con una estrategia de ruido para disuadir a los delincuentes, fiestas callejeras, carpas con sonidos celebrando algún evento social y cerrando vialidades, marchas, manifestaciones, campanadas de iglesias y camiones recolectores de basura… ese es el caldo de cultivo para que día a día se vaya deteriorando la salud de los habitantes de la Ciudad de México, producto de una inexistente política de Estado del Gobierno de la Ciudad para regular la emisión sonora de sus habitantes. El ruido es un peligroso enemigo silencioso, más cuando no reconocemos que todos somos agentes productores de todo tipo de sonoridades.

HASTA LA FECHA NO HAY UNA NORMA QUE REGULE EL PAISAJE SONORO DE LA CIUDAD DE MÉXICO, EL COSTO PARA HUIR DEL RUIDO DE LA CIUDAD SE HA TRANSFERIDO A LOS PROPIOS HABITANTES.

En promedio, el ruido en una vía primaria de la Ciudad de México alcanza hasta los 86 decibeles, sin que sean las famosas horas picos de tráfico y conglomeración humana. El silencio también tiene un precio, la clase económicamente alta ha migrado a zonas restringidas de tráfico de vehículos pesados o colectivos, en cambio, los de menores ingresos, que es el grueso de la mayoría de los que habitamos el ex Distrito Federal, viven en medio en un mar de ruido que, a la postre, se convierte en un ruido blanco que estresa y desorienta a las personas. Están condenados a no tener capacidad de concentración en sus actividades diarias.

Si a lo anterior le agregamos que la sociedad más desprotegida tiene actividades económicas en talleres mecánicos o industriales, callejeros o establecidos, el ruido permanece constante; al igual que los hábitos de consumo de contenido televiso, marcan que los niveles de rainting se incrementen conforme la población va a llegando a sus casas, supuestamente a descansar, pero el fenómeno se replica, aumenta el volumen de sus aparatos receptores, ya que las condiciones de la vivienda promedio de los capitalinos se ubica en casas habitación de entre 40 o 60 metros cuadros de manera vertical, mientras el otro tanto de habitantes que cuentan con casa propia, por las condiciones económicas, el número de habitantes se incrementa, según cifras del INEGI, entre 4 a 8 personas cohabitan en casa.

Además, el tipo de material utilizado para la construcción de sus viviendas no tiene las condiciones aislantes de ruido, porque en muchas ocasiones son producto de la autoconstrucción o de interés social. El ruido se dispersa mientras conviven vecinos, amigos o familiares.

Otro fenómeno que presentan las calles de la Ciudad son los integrantes de las comunidades de los pueblos originarios que tocan canciones con instrumentos de viento, aunque ellos lo hacen para sobrevivir o paliar la situación económica, lo cierto es que también son agentes generadores de ruido. Lo mismo sucede con talleres de hojalatería, las camionetas que venden o compran fierro viejo o aparatos electrónicos descompuestos, los que venden tamales, empanadas, productos de limpieza para el hogar y los organilleros. El ruido nunca para en nuestras calles.

Sin olvidar, el aumento exponencial de restaurantes con mesas afuera, cervecerías con el mismo modus operandi, o las plazas comerciales que aglutinan a un sinfín de personas y automóviles que intentan ingresar a esos templos sagrados del consumo, donde la oración en sus entrañas es el mismo ruido.

Todos, absolutamente todos, lo primero que tomamos por las mañanas cuando despertamos es el teléfono celular, y es también el último aparato que dejamos al irnos a dormir, pero en el día también generamos ruido con él en el transporte, oficinas, parques o espacios públicos. La política del ruido parece haber imperado en todas las decisiones de los gobiernos en la Ciudad de México.

El ruido ocasiona problemas al corazón, estrés y daños irreparables al oído. Aun sabiendo eso, nada se ha hecho en políticas públicas para que las ciudades mexicanas dejen de ser ruidosas, y mucho menos en la CDMX. Con las nuevas políticas públicas de recuperar el espacio publico con conciertos y verbenas populares, como lo tienen proyectado las recién llegadas autoridades capitalinas, deberían contemplar el derecho al silencio. El argumento de que el ser ruidoso es parte de la identidad nacional ya no se debería promover, el daño será irreversible.

De acuerdo con la investigadora Jimena de Gortari Ludlow, académica de la Maestría en Proyectos para el Desarrollo Urbano de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y especialista en entornos acústicos saturados, a ciertos decibeles empezamos a tener un problema de salud.

“El ruido en altos niveles tiene que ver con la espacialidad y la temporalidad, de manera que la exposición continua va a generar una perturbación en la salud, como depresión, irritabilidad y dolores constantes de cabeza.” JIMENA DE GORTARI LUDLOW, especialista.

Además, el traslado usual de las personas que viajan tanta horas, ya sea en el transporte público, así como los automovilistas, que también atraviesan toda la ciudad para ir a sus centros de trabajo, provoca que lleguen con cierto cansancio o estresados, pues en promedio utilizan 40 minutos o hasta una hora por trayecto, donde van consumiendo altos niveles auditivos.

El impacto urbano deberá estar contemplado como un tema fundamental para la salud de los capitalinos, pues hoy carecemos de alguna medida que pretenda contener todo esta basura auditiva, lo peor es que en el horizonte de la nueva administración tampoco se vislumbran políticas publicas encaminadas al mejoramiento del ambiente sonoro de la Ciudad de México.

La Procuraduría Ambiental y de Reordenamiento Territorial (POAT) tiene dentro de sus competencias el seguimiento a las denuncias por este tipo de circunstancias que afectan a los vecinos; sin embrago, sólo concilia a las partes, pero no se castiga a los ruidosos.

La Alcaldía de Iztapalapa ocupa el cuarto sitio como la más ruidosa, mientras que Milpa Alta, por ser una zona todavía con características de campo, conserva la paz y salud auditiva de sus habitantes. Estos datos son el reflejo de que la urbanización nos hace más ruidosos, pero si carecemos de educación cívica y valores, y vivimos hacinados, esto inevitablemente tendrá consecuencias para salud.

La Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial del DF es un organismo público descentralizado de la Administración Pública, tiene como objeto la defensa de los derechos de los habitantes de la Ciudad de México para que disfruten de un ambiente adecuado para su desarrollo, salud y bienestar, mediante la promoción y vigilancia del cumplimiento de las disposiciones jurídicas en materia ambiental y del ordenamiento territorial.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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