Connect with us

CDMX

INTERSECCIONES / Relatividad, al revés

Published

on

Por Fulvio Vaglio

@vaglio_fulvio

La crisis venezolana, el pleito otoñal de Trump y Pelosi, el encarcelamiento de Roger Stone y la presentación de Bolsonaro en la cumbre de Davos: una semana intensa.  

Así que Maduro viajó en el tiempo y – desafortunadamente – regresó. Si Einstein tenía razón, y si Maduro encontró un hoyo (negro, blanco o arcoiris para que no me tachen de excluyente) para moverse entre dimensiones, al momento de su regreso, para nosotros aquí hubieran debido pasar siglos, milenios o eones. Y no: a duras penas habían pasado doce horas desde su última aparición en Venezolana de Televisión. Consecuentemente: o Maduro es lo eterno, o Einstein estaba muy mal. 

En uno de esos microsegundos entre la ida y el regreso de Maduro, escribí en respuesta a un comentario de un amigo en Facebook: lo peor es que el intervencionismo de Trump nos obliga moralmente a ponernos del lado de Maduro. La Unión Europea y los pocos países independientes que quedan en la OEA invirtieron otros preciosos microsegundos en procesar la disyuntiva. Hoy, sábado 26, al momento de cerrar estas líneas, sólo se sabe que México y Uruguay aguantan estoicamente su posición (que a mí me parece correcta; pero ¿quién soy yo comparado a Enrique Krauze?); que Alemania, Francia y España le han dado una semana a Maduro para convocar nuevas elecciones y que los ultraconservadores españoles, lejos de felicitar a Pedro Sánchez, lo han regañado por tardarse tanto. 

Vista desde la trinchera bolivariana, es la crónica de un golpe anunciado: con o sin invasión, pero con el chantaje del embargo económico total (por lo menos en lo que se tarde la administración Trump para encontrar otros proveedores de petróleo y, de paso, solucionar el conflicto sobre quién paga el muro con México); visto desde el occidente convencido de que siempre tiene la razón, es un proceso doloroso pero necesario hacia el restablecimiento del orden democrático, que empezó con Thomas Paine y Benjamin Franklin, dura desde hace dos siglos y no va a acabarse nunca.  

Lo que sí se ha acabado – temporalmente – es el cierre financiero gubernamental en EE.UU. Los noticieros matutinos (ni CNN, ni FOX) no intentaron negar que fue una derrota para Trump pese a que éste lo publicitó como un ejemplo de negociación exitosa. En la tarde había empezado a cundir una sana desconfianza: un par de entrevistados de CNN sostuvieron que, en realidad, Trump no perdió nada y sí ganó tiempo: dentro de tres semanas, si el conflicto con los demócratas se agudiza y un nuevo cierre se aproxima, Trump podrá presentarse a sí mismo como el negociador de buena fe, y a Nancy Pelosi como la necia a ultranza. No es cierto, decía Erin Burnett por parte de CNN; no, no lo es, pero es creíble para la base dura de Trump, contestaban las voces críticas.  

Mientras tanto, la palabra que nadie quiere decir está resonando más fuerte en el silencio. Después de la detención de Roger Stone en la madrugada de ayer, se han dado a conocer más filtraciones del equipo de Robert Mueller, que podrían implicar a los dos Donald Trump (el padre, hoy presidente, y el hijo, hoy asesor de la presidencia) en crímenes susceptibles de prisión si no es que de impeachment (técnicamente, los hechos delictivos hubieran sucedido cuando el padre no era presidente aún). En esta columna habíamos previsto hace un par de semanas que algo así podría pasar. Y faltan más nombres: “Stay tuned”, quédense pendientes, como dicen los “fake media”. 

Y, a propósito de medios y de Trump & Co.: BBC acaba de poner al aire (hoy, sábado 26) la primera parte de un reportaje sobre Jair Bolsonaro y la persecución judicial que prohibió a Lula contender por la presidencia, aunque fuera desde la cárcel. El reportaje no se mete en si Lula fue o no corresponsable en el escándalo de Petrobras (desde la barrera, es decir desde México, parecería imposible que el primer mandatario no estuviera al corriente); pero precisa tres cosas: los sondeos preelectorales daban la victoria a Lula; la decisión judicial de excluirlo de la contienda no tiene sustento en la legislación brasileña; la trayectoria de Bolsonaro, desde que era militar hasta su carrera como diputado, es plagada de declaraciones escalofriante, desde “yo estoy en favor de la tortura” a “la dictadura no mató a bastante opositores”, a “los indígenas no son brasileños y no tienen derechos”. Declaraciones que muchos ya conocíamos; pero es significativo que la BBC las vuelva de dominio público precisamente en estos días. 

Bolsonaro obedeció la encomienda de hablar en Davos en nombre del mundo libre, en ausencia de su patrón. Algunos medios se burlaron de su incapacidad de ligar frases coherentes y mencionaron que sólo habló menos de siete minutos cuando hubiera tenido derecho a cuarenta. No tengo elementos para sustentar la primera observación, pero los clips de sus discursos pre y postelectorales me lo muestran hábil con la retórica populista y patriotarda, racista e incitadora a la violencia. Por favor, no cometamos de nuevo el error de la sonrisa despectiva: la intelectualidad progresista la usó con Mussolini e Hitler, con los cuatro generales, con Joe McCarthy, Nixon y con Reagan (¿recuerdan “Regreso al futuro”?: “¿Quién, Reagan el actor?”): y con Trump en 2016. Bolsonaro es tan peligroso para la democracia como Maduro. 

Todo esto – mucho – sucedió mientras Maduro estaba viajando por el espacio-tiempo. Einstein tenía razón, después de todo. 

 

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

Continue Reading
Advertisement Article ad code

Los influyentes

Twitter

Facebook

Advertisement Post/page sidebar widget area

Recientes