Arturo Páramo
La población del país está indefensa ante el embate del crimen organizado. Es la cruda realidad aceptada por el propio Presidente de la República en su informe de actividades de los primeros 100 días de trabajo
El presidente dejó claro que si alguien esperaba que de inmediato se reflejara el cambio de régimen en una disminución considerable de la inseguridad, pues no.
“En los hechos la población del país se encuentra en estado de indefensión; esto explica en parte -no es justificación- por qué sólo se ha logrado contener la incidencia delictiva, pero no reducirla significativamente como lo deseamos”, fueron las palabras tajantes de Andrés Manuel López Obrador.
Ha sido el discurso más realista que haya pronunciado el presidente.
El combate al crimen organizado, hay que recordarlo, no se ha planteado a través del descabezamiento de las bandas del crimen organizado sino de la persecución del dinero, de los recursos que obtienen, restarles fuerza para corromper, para equiparse, para contratar integrantes, para comprar mercancías para producir drogas.
Además, el proceso de conformación de la Guardia Nacional tardará varios años y por ello se eligieron 17 regiones para iniciar y la meta son 266 en el sexenio.
La inseguridad es el tema que más apremia a la población, y eso lo ha entendido el presidente, quien en cada mitin que realizó en esta gira por todo el país reiteró en cada uno de ellos que le costaba trabaja que la gente lo comprendiera.
“No se acaba de captar”, “tengo que estar insistiendo” dijo en cada mitin respecto al tema de la corrupción que no alcanza a permear entre sus simpatizantes.
La inseguridad es tan grave que en la madrugada del pasado sábado, mientras el presidente López Obrador pernoctaba en León, Guanajuato, en la vecina Salamanca 15 personas fueron masacradas en un bar por un comando.
Cuando el presidente fue entrevistado en el Aeropuerto de Guadalajara reconoció que el hecho fue lamentable, pero desvió el tema hacia otro de sus principales rivales: el diario Reforma.
Otro tema es el poder adquisitivo, es decir, la capacidad dela población de comprar lo que necesita con el dinero que obtiene por trabajar. En es sentido el presidente también reconoció que su administración está en ciernes.
La economía, dijo, “está en marcha (pero) aún crece poco”, pero eso sí, “no hay ni asomo de recesión”.
No hace falta. El prolongado periodo en que el poder adquisitivo de la población se degradó fue demasiado largo, al menos 36 años. Si bien no hay en el horizonte de López Obador una recesión, la falta de confianza en Pemex y la evaluación “negativa” en la expectativa de la deuda mexicana no son temas menores.
En sus primeros cien días de labores, el presidente visitó las 32 entidades, se entrevistó con todos los gobernadores, planteó sus proyectos insignia, y confrontó a los dirigentes locales al afirmar que los tenían “hasta el copete” de politiquería, de guerras locales, de abucheos a gobernadores.
Además, hay organzaciones de la sociedad civil que siguen en pie de lucha en reclamo de recibir recursos públicos, las normales de Chiapas, y Guerrero ya establecieron sus campamento al pie del Palacio Nacional; y los desplazados del guerrerense municipio de Nicolás Bravo cumplen ya un mes fuera del centro de trabajo del presidente en demanda de garantías para volver a sus comunidades.
López Obrador afirmó que el cumplimiento de sus compromisos contraídos en su toma de posesión, es del 62 por ciento, es decir, 62 de los cien compromisos que enumeró el día de su toma de posesión están echados a andar, pero los resultados apenas comenzarán a sentirse al paso de los meses y de los años.
López Obrador lo dijo desde que estaba en el periodo de transición, los primeros cien días serían para echar a andar el gobierno, y el resto del tiempo sería mantenerlos avanzando, que no se detengan y evaluarlos periódicamente de forma directa en los estados.
Mientras eso sucede, la población sigue indefensa ante el embate del crimen organizado, al menos así lo acepta el presidente. Así es la Cuarta Transformación.
