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SCREWBALL / ¡Pelotero a la bola!

Ante nuestros ojos todos los días suceden una gran variedad de acontecimientos y se toman decisiones que  en realidad nos afectan, mucho más que esa dinámica inútil de oratoria presidencial a la que se han sometido la mayor parte de los medios de comunicación.

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Ernesto Osorio

Hace diez años, tuve la oportunidad de presenciar la inauguración del Clásico Mundial de Béisbol que tuvo como sede el Foro Sol de la Ciudad de México.

El estadio estaba pletórico. Como pocas veces, el que fuera la casa de los Diablos Rojos pudo completar su aforo de 20 mil aficionados, con un juego inédito entre las selecciones de Australia y México.

Pero el absurdo protocolo de acompañar las ceremonias cívicas de un encuentro deportivo siempre de algún representante de gobierno o de un personaje político, le generó abucheos, rechiflas y mentadas al que entonces era secretario de Hacienda, Agustín Carstens quien en representación del gobierno federal fue el encargado de lanzar la primera bola del encuentro.

El pasado fin de semana, durante la inauguración del majestuoso estadio Alfredo Harp Helú, me tocó de nuevo presenciar abucheos, rechiflas y mentadas,  sólo que ahora el atendido fue el Presidente Andrés Manuel López Obrador.

¿Existe alguna diferencia entre ambos sucesos? La verdad es que no. Amarillo, pinto o colorado, la presencia de un personaje político en el ámbito del esparcimiento personal y familiar molesta, irrita y ofende. La gente que acude a un espectáculo deportivo siempre reaccionará igual ante cualquier integrante de la clase política porque se siente invadido en un espacio que reserva sólo para los suyos.

En donde si hubo diferencia fue en el modo de reaccionar de ambos servidores públicos. Ante los abucheos y mentadas, Carstens fue sereno,  guardó silencio y se retiró a su lugar. Andrés Manuel López Obrador no, al contrario; reaccionó molesto y a través de las pantallas demostró su enfado cuando llamó “fifís” y simpatizantes de la mafia del poder a quienes lo increparon.

Mal, muy mal por la reacción del primer mandatario pues en su conducta dejó ver cierta intolerancia y le concede importancia a un hecho intrascendente que lo confrontó gratuitamente con sus críticos que ahora no lo bajan de ser un  dictador.

Pero más mal por quienes le han dedicado horas de análisis a un hecho minúsculo que para nada pone en duda la legitimidad y respaldo popular que tiene el Presidente.

Resulta lamentable que a punto de terminar el primer trimestre del año sigamos atendiendo con tanta vehemencia, todo lo que dice, hace o deja de hacer el señor Presidente. Como periodista, reconozco que muchos se han excedido en atender sus actividades, su dichos, sus comentarios, y ahora, hasta sus fines de semana.

Ante nuestros ojos todos los días suceden una gran variedad de acontecimientos y se toman decisiones que  en realidad nos afectan, mucho más que esa dinámica inútil de oratoria presidencial a la que se han sometido la mayor parte de los medios de comunicación.

El pasado lunes, por ejemplo, fue el Día internacional Internacional del Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y pocos saben México ocupa el tercer lugar en toda América con la mayor cantidad de personas en condición de esclavitud moderna con alrededor de 341,000 víctimas.

El primer lugar lo ocupa Estados Unidos con 403,000 víctimas y el segundo Brasil con 369,000. Pero ¿qué cree?, el gobierno mexicano carece de registros que puedan medir los niveles reales de explotación humana que existe en nuestro país. Estas cifras, son solo aproximadas.

Fenómenos como la trata de personas, la explotación sexual, la explotación laboral, la mendicidad forzosa, la utilización de menores de 18 años en actividades delictivas, el tráfico de órganos, tejidos y células de seres humanos, entre otras, son formas en que los individuos son tratados con fines de explotación y de eso, nadie dice nada.

Aquí en la capital, los y las albañiles –porque también las hay- que construyeron el nuevo estadio donde AMLO fue abucheado –por ejemplo- son imperceptibles para el gobierno mexicano, para los medios, para todos. Su situación es grave pues según la Organización Internacional del Trabajo, cada 15 segundos en cada ciudad del mundo, un trabajador de la construcción muere a causa de accidentes en el trabajo.

En México, no existen esos registros, nadie los toma en cuenta, son como fantasmas.

Por eso es urgente que como periodistas entendamos que es necesario dar una vuelta de timón y dejar de seguir al Ejecutivo federal como si fuera el flautista de Hamelin a donde quiera que va, sólo porque el vecino del medio “a” o el del medio “b” lo tienen como consigna. La información verdadera esta allá afuera. Dejemos que se las arregle solo.

¡Pelotero, a tu bola!

Foto: Fox Sports

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