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El bono de popularidad tiene límites

Los días de asueto de Semana Santa parecían un remanso para el titular del Ejecutivo, pero resultaron todo lo contrario.

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Arturo Páramo

Los días que debieron ser de asueto para Andrés Manuel López Obrador terminaron en una crisis más.

El presidente sigue gozando de un gran bono de popularidad, sin embargo, semana a semana suma conflictos que al no atenderse oportunamente crecen hasta hacerlos casi inmanejables.

Tras el episodio del retraso en el pago de las pensiones a adultos mayores y de su nueva escaramuza en contra de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), sobrevino el sorpresivo anuncio del presidente sobre que derogaría la Reforma Educativa impulsada por el gobierno de Enrique Peña Nieto. El tema escaló cuando dijo en su rueda de prensa matutina que mediante un memorándum ordenaría a sus secretarios de Educación, de Gobernación y de Hacienda incumplir con la Constitución para dejar sin efecto la “mal llamada reforma”.

Y tampoco entra en vigor su propia contra reforma por la falta de oficio político de MORENA en la Cámara de Diputados y por la oposición de la mini bancada de la CNTE.

Los días de asueto de Semana Santa parecían un remanso para el titular del Ejecutivo, pero resultaron todo lo contrario.

Catorce personas fueron asesinadas en Minatitlán, Veracruz, en una fiesta donde irrumpió un comando del crimen organizado que perseguía a un empresario que se negaba a pagar derecho de piso.

Horas antes de la masacre en el mensaje presidencial de Viernes Santo López Obrador parafraseaba a Jesucristo.

Tras la matanza sobrevino un cuestionable silencio presidencial que fue roto con una ácida crítica y un renovado ataque contra el anterior régimen presidencial que dejó helado a más de uno e incluso sus propios correligionarios fueron cautos para salir en su defensa.

También este fin de semana se dio a conocer que el primer trimestre del año ha sido el que ha registrado el mayor número de asesinatos en la historia del país y lejos de presentar una respuesta articulada ante ambos acontecimientos, López Obrador optó por el silencio inicial y una vez que reapareció en redes sociales no fue para explicar la estrategia de seguridad en Veracruz para evitar más asesinatos. Tampoco fue para explicar porque se han disparado los niveles de violencia en el país.

El presidente optó por refrendar su intención de desmantelar el modelo económico que imperó en México hasta el año pasado y que, asegura, es el verdadero culpable del nivel de violencia que se vive en el país y enfiló de nuevo contra sus adversarios a los que llama “conservadores”, y para reavivar la polémica generada por él mismo sobre el perdón que, dice, nos deben los españoles desde hace 500 años.

Lejos de abordar los temas de la inseguridad con astucia y fuerza, el presidente refrendó que su agenda personal está por encima de cualquier coyuntura, o bien, cualquier crisis intentará ser remontada con virajes del presidente, quien ha demostrado en los años recientes que es capaz de doblegar en la arena pública cualquier percance.

La falta de reflejos de su equipo de comunicación social -él es y será siempre su propio vocero- fue evidenciado una vez más.

Si bien su popularidad sigue siendo una fortaleza, día a día, lentamente, crece una oposición que aún espera un elemento catalizador que esté a la altura del político más influyente de nuestra historia reciente.

Tal vez esa debilidad de sus opositores sea el elemento con el que el presidente juega constantemente al borde del abismo, pues sabe que no hay una resistencia articulada.

Una apuesta tan arriesgada como el compromiso de bajar los índices de violencia en México a finales del año solo tiene como enemigos la realidad y a las bandas del crimen organizado que están lejos de hacer eco del llamado presidencial para “portarse bien”.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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