Arturo Páramo
Como contrastante y prudente puede considerarse la postura tomada por el gobierno de la llamada Cuarta Transformación ante la masacre en El Paso, Texas, donde murieron ocho mexicanos.
Si bien el presidente de la República ha dicho que no buscará confrontarse, reclamar o cuestionar al gobierno norteamericano, sí deslizó su intención de impulsar algo que todos los presidentes han rehuido: influir en la política estadounidense.
Andrés Manuel López Obrador utiliza la estrategia de sembrar ideas en la opinión pública nacional e internacional para generar una discusión que nadie había advertido que fuera de interés.
Utiliza la técnica de “Por favor, no piense en una manzana. Ahora dígame, ¿en qué pensó?”.
Tras el hecho calificado por el gobierno mexicano como terrorismo (perpetrado por un joven blanco, que apoya a supremacistas y con la consigna de matar a tantos mexicanos pudiera) el presidente lanzó ya la idea de que es tiempo de que ahora sí, la sociedad estadounidense se plantee la modificación de su Constitución para regular la venta y posesión de armas de fuego.
El tiempo, dice el presidente, tal vez sea el más oportuno porque Donald Trump buscará la reelección en la campaña electoral, algo que hace vulnerable al inquilino de la Casa Blanca.
Desde la posición del gobierno mexicano, es tiempo de contraatacar, de cuestionar que en Estados Unidos es fácil conseguir un arma de fuego, que allá las restricciones son pocas, que en el combate al contrabando de armamento hacia México han fallado tanto los gobiernos demócratas como los republicanos, y que durante el gobierno de Obama sucedió el catastrófico operativo “Rápido y Furioso” que terminó por beneficiar al crimen organizado mexicano.
También extrapola a los Estados Unidos el discurso de que se deben atacar las causas de la descomposición social desde la raíz, la familia, con educación. Su efecto en la sociedad estadounidense es una incógnita.
López Obrador emprende una causa más en su carrera: la de lograr un efecto en la política estadounidense y por eso evita abiertamente, verbalmente, confrontarse con el gobierno de ese país (no al menos hasta que se firme el tratado de comercio con Estados Unidos y Canadá, el TMEC) y se refiere al “pueblo estadounidense”, lo separa de sus autoridades, no son lo mismo.
Además, llama “héroes vivientes” a los migrantes mexicanos en Estados Unidos, reconoce que el dinero que envían a sus familias son el combustible de la economía mexicana, son 35 mil millones de dólares que han permitido que la economía no entre técnicamente en recesión.
Conferencia tras conferencia, mitin tras mitin, el presidente va generando un discurso que a mediano plazo y con la ayuda de Marcelo Ebrard, cocina una incursión de lleno en la política de los Estados Unidos, empleando su más importante arma: la perseverancia.
Apenas este lunes lanzó un fraseo que no deja dudas: “Pienso que este tema va a ser debatido, analizado en Estados Unidos, va a ser un tema de reflexión y análisis y puede llevar a una modificación a sus leyes” (…) “Yo no descarto que puedan llevar a cabo modificaciones a su constitución y a las leyes” (…) “Son tiempos nuevos, siempre hay que estar ajustando el marco legal a la nueva realidad, no se puede seguir con las leyes de siempre cuando es otra la realidad”.
En este juego, Marcelo Ebrard termina siendo el aliado más valioso del tabasqueño y su pieza más útil.
López Obrador sigue desenfocando sus posicionamientos hacia el combate al crimen organizado, en casos como el llamado a cuentas de Rosario Robles desvió la responsabilidad hacia la Fiscalía General; en el futuro del caso de otra decena de ex funcionarios federales, ha guardado silencio; y entabló una férrea pelea con dirigencias sindicales, a quienes “recomienda” olvidarse de sus altas comisiones y viáticos.
Una a una las batallas de López Obrador se multiplican y no se sabe si su ya famosa perseverancia, el voluntarismo presidencial, será suficiente para evitar que la debacle económica, descomponga este tablero de ajedrez en el que el tabasqueño se juega el futuro del país.
