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La no reelección

El principio de no reelección, sin duda alguna, es una decisión política fundamental del pueblo mexicano, es decir, una de las bases que definen el sistema político actual.

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Jaime Calderón

En un acto de manejo de medios como los que acostumbra el Presidente Andrés Manuel López Obrador, ratificó ante la fe de un notario público la firma de la carta en la que se comprometió a no buscar la reelección en el año 2024. Aún cuando trata de mostrarse institucional, al Presidente lo traiciona su estilo controversial, pues remató con la innecesaria y ambigua frase de que se quedaría en el poder “el tiempo que el pueblo quiera”, en lugar de decir simplemente que permanecerá en el poder el tiempo que la Constitución y las leyes indican.

Este tipo de “compromisos” ante notario tienen realmente poco valor o nulo, aunque tal vez algo de fuerza mediática. La intervención de la fe pública no los hace más exigibles. El expresidente Enrique Peña Nieto, en las mismas condiciones, se comprometió a un sinnúmero de acciones públicas de las cuales es muy cuestionable que haya cumplido siquiera la mitad. El problema desde luego no son los notarios, sino la propia palabra de algunos políticos que no vale nada.

En la vida publica se apuesta al olvido, es un hecho por todos conocido y no por ello menos efectivo. En un mundo donde las noticias avanzan vertiginosamente, basta con dejar pasar algún tiempo para que los peores errores, corruptelas y mentiras queden atrás. Los politicos lo saben y en algún momento de su carrera hacen uso de este recurso.

El tema de la no reelección, no obstante, es delicado; por  lo que representa en sí mismo —un límite claro al ejercicio del poder— y por lo que significa para la historia de México. El principio de no reelección, sin duda alguna, es una decisión política fundamental del pueblo mexicano, es decir, una de las bases que definen el sistema político actual.

En nuestra historia contemporánea, se ha consolidado el principio de no reelección. Recordemos el Plan de la Noria, producto de un movimiento encabezado por el general Porfirio Díaz para evitar que Benito Juárez buscara una nueva reelección, y antecedente del Plan de Tuxtepec, que finalmente le llevaría a la Presidencia. Cuatro décadas después, en el ocaso de la dictadura del general Díaz, Francisco I. Madero redactó el Plan de San Luis, que abrazaba la misma consigna del Plan de la Noria, sufragio efectivo, no reelección.

La Constitución de 1917 recogió sin reservas el principio en comento, sin embargo, por reforma constitucional del 22 de enero de 1927 se permitió la reelección del titular del Poder Ejecutivo para un segundo periodo no inmediato, con la pretensión obvia de que el general Álvaro Obregón pudiera volver a ocupar la Presidencia. El asesinato de Obregón obligó al Partido Nacional Revolucionario a reflexionar sobre su intención original, para adoptar, en concordancia con las proclamas de la Revolución Mexicana, una posición antireeleccionista. Así, el 29 de abril de 1933, se modifica la Constitución General para incorporar el principio de no reelección de manera absoluta para el Presidente de la República y los gobernadores de los estados, y con un periodo de receso para los diputados y senadores del Congreso federal, diputados locales, presidentes municipales y regidores y síndicos de los ayuntamientos.

Con el paso del tiempo el principio de no reelección se ha ido flexibilizando. Hoy en día los presidentes municipales, alcaldes  y concejales en la Ciudad de México,  pueden reelegirse. Los senadores y los diputados al Congreso de la Unión pueden hacerlo hasta por 12 años con dos o cuatro periodos consecutivos, según sea el caso; aunque sujetos a férreo control partidario, ya que la postulación sólo podrá ser realizada por el mismo partido o por cualquiera de los integrantes de la coalición que los hubieran postulado, salvo que hayan renunciado o perdido su militancia antes de la mitad de su mandato. Igualmemente pueden reelegirse los diputados del Congreso de la Ciudad de México. Por último, la jefa de gobierno y los gobernadores cuyo origen sea la elección popular no  podrán volver a ocupar el cargo; no obstante, en algunas Entidades Federativas los gobernadores sustituto, interino o provisional sí podrán hacerlo, aunque no para el periodo inmediato, como en el caso de Víctor Cervera Pacheco, quien gobernó Yucatán en dos ocasiones.

La reelección presidencial no es implícitamente mala. Existen, de hecho, múltiples argumentos en su favor. La mayoría de los países la permiten con diversas modalidades, por ejemplo, restringida a un cierto número de periodos; con la exigencia de no ser inmediata; o incluso, como sucede con frecuencia en Europa, de manera indefinida. Muy distinta la historia de América Latina, de caudillos, y México en particular, sobre todo en el siglo XIX, no escapó de esa tradición.

No es posible saber en este momento si el presidente López Obrador buscará reelegirse o no. Si llegado el caso el Congreso General modificara la Constitución para permitir la reelección del Ejecutivo Federal de ninguna manera debe contemplarse al Presidente en funciones, sino tener una vacatio legis adecuada y posponerse para períodos presidenciales ulteriores, a fin de asegurar la impersonalidad de una hipotética reforma que hoy miramos muy lejana.

Estemos atentos a que no se agregue a las dictaduras de Lopez de Santa Anna y Díaz una tercera. Recordemos esta frase atribuida a Confucio “un gobernante tirano es mucho peor que un tigre devorador de seres humanos“.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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