Gianfranco Vidal
La palabra aristocracia en su etimología griega significa “el gobierno de los mejores”, pero, conforme fueron avanzando las civilizaciones occidentales se fue perdiendo el verdadero significado de dicha palabra. Se llegó al punto de confundir aristocracia con oligarquía, que significa el gobierno de pocos. Hasta el día de hoy se tiene dicha concepción en el imaginario público.
La democracia es, hoy en día, la forma de gobierno más extendida a nivel mundial, a pesar de sus muchas formas y deficiencias. En términos de Hobbes, el Leviatán es el gran ser al que todos estamos subordinados y del cual nunca podremos separarnos; la soberanía reside en el pueblo y es este, el gran ser, quien decide a sus gobernantes.
Es interesante analizar desde esta perspectiva el nuevo gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador; hace unos días el mandatario afirmó: “Dejar la economía en manos de los economistas es como dejar la paz en manos de los militares”, es sumamente interesante el significado de estas palabras, principalmente proviniendo del jefe del ejecutivo. Esto puede tomar muchas vertientes, pero la que más me interesa analizar es el nuevo paradigma que se esta implementando en el gobierno. El sello principal de esta administración es acabar con el modelo económico neoliberal, el cual, según el propio presidente, es el culpable del desastre nacional.
Este nuevo paradigma tiene como eje fundamental bajar a la ciencia económica del centro para la implementación de políticas públicas, desde ahora en adelante debe ser la misma ciencia política la que debe hacerse cargo de los engranajes del gobierno. Se deprecia a los “científicos”, como escribió el activista de MORENA, Antonio Attolini, en su ensayo denominado “Contra la cientificidad”; la tesis principal de este ensayo es la forma de implementar las políticas públicas, ya no desde una perspectiva meramente cuántica y metódica, como lo hacían los neoliberales, sino desde una perspectiva más humana e ideológica.
En pocas palabras, la gente que más sabe y que más preparación y experiencia ha tenido, no debe ser quienes tomen las decisiones en el país; ahora, es el pueblo a través de sus representantes quienes tienen la última palabra, a pesar de su completa ignorancia y falta de competencia en el tema discutido. ¿No son los expertos quienes deberían de hacerse cargo de sus áreas de competencia?, suena lógico y cualquier persona con sentido común estaría de acuerdo, sin embargo, el presidente no piensa igual y se cree capaz de interferir el cualquier tema de la esfera pública e incluso de la privada. Este es el principal rasgo de un autócrata que se piensa y siente capaz de hacer todo por sí mismo.
Los ejemplos más claros de este choque entre el presidente y los miembros de su gabinete son las renuncias del ex director del IMSS, Germán Martínez, y del ex Secretario de Hacienda, Carlos Urzúa. Ambos coinciden en que no se puede discutir con López Obrador, a pesar de que son ellos quienes tienen más competencia y preparación, será siempre el presiente quien tenga la última palabra. Estamos ante un gobierno que desprecia la técnica y los datos duros, un gobierno que acusa de privilegiados a los científicos e investigadores y que quita recursos a la ciencia para dárselo a programas políticos con fines clientelares que no generarán desarrollo ni bienestar en el largo plazo.
Finalmente, nos encontramos en un momento crucial para la historia de nuestro país, las divisiones entre mexicanos se agudizan a pasos agigantados y el resentimiento social es parte ya del ideario colectivo. Yo apuesto por mayor pragmatismo y reserva en la ejecución de los programas de gobierno, si bien no debe dejarse todo en manos de la ciencia económica, no debe dejarse tampoco en manos de políticos con fines ideológicos únicamente. Apuesto por retomar una democracia meritócrata, en donde sean los mejores quienes ocupen los puestos clave en el gobierno. Sin distinción de razas, clases sociales, nivel socioeconómico, avancemos hacia una sociedad más justa, libre y prospera; pero, eso solo se logrará dándole a cada quien lo que merece.
