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INTERSECCIONES / Números y vacaciones en Washington

Agosto solía ser cuando las autoridades se tomaban un descanso antes de la temporada de huracanes. En Washington, los huracanes ya empezaron y siguen.

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Fulvio Vaglio

Ya la mayoría de los congresistas demócratas (118 y contando) se han pronunciado por abrir la investigación con vistas al impeachment de Trump. La portavoz del partido, Nancy Pelosi, aunque sigue sin deletrear claramente el fatídico “i-word”, ha declarado que el Presidente “será llamado a responder por sus acciones”. Luego el Congreso ha entrado en receso.

Los analistas de “Politico” (la revista electrónica de análisis más cercana al ambiente de Washington) han señalado que los congresistas aprovecharán las vacaciones para tomar el pulso de sus electores, sobre todo en los estados que votaron por Trump en 2016 y cambiaron al partido demócrata en 2018; a ver si, consultada la almohada del receso, queda confirmado que la carta del ”impeachment”, con todo y el riesgo que implica, es la única que queda viable para los demócratas si quieren darle credibilidad a su renovación.

En el frente republicano, seis diputados han anunciado que no buscarán la reelección en 2020; todos ellos son críticos de Trump; uno en particular, el congresista por Texas William Hurd, era el único republicano afroamericano en el Congreso; la renuncia de dos otras diputadas (Martha Roby de Alabama y Susan Brooks de Indiana) ha reducido el número de mujeres en el Congreso de 15 a 13 (sobre 200 escaños ocupados por los republicanos).

Una pequeña, lenta gotera en el techo del edificio, que puede presagiar un derrumbe catastrófico; no queda ningún republicano afroamericano y sólo seis y medio por ciento de mujeres en un Congreso que el partido está comprometido a reconquistar en 2020; ya MSNBC se ha preguntado si Trump no está quedando irremediablemente atrás de las tendencias político-demográficas. De aquí a septiembre, ¿podrá el magnate de la construcción encontrar, aunque fuera, a un maestro albañil capaz de apuntalar el andamio, si no de sellar completamente las fugas?

La semana pasada creyó haberlo encontrado. El director nacional de Inteligencia, Dan Coats, había renunciado después de un año de aguantar las relaciones extramaritales de Trump con Putin. El 28 de julio, Trump nombró, por tweet como suele, a un nuevo consejero matrimonial en la persona de John Ratcliffe. Ratcliffe es “vassus tuus, servus tuus”, según recitaba la fórmula de los nombramientos feudales. La misma jugada le salió a Trump con Bill Barr en la Fiscalía General: ¿por qué no debería funcionar ahora?

Los demócratas y los “fake media” liberales objetaron inmediatamente que Ratcliffe no tenía la experiencia para guiar los servicios de espionaje (interno y externo) norteamericanos; Trump pensó “precisamente por eso”, pero rebatió que era un “chico brillante” y que aprendería sobre la marcha; le contestaron que ése no es un oficio que se aprenda “sobre la marcha”. Objeciones fuertes, y Trump tuvo que doblar las manos, o quien se asustó fue Ratcliffe, o Trump le sugirió a Ratcliffe que se asustara.

Soy malísimo para jugar billar y, cuando estoy con los cuates, prefiero ser el que se queda en la sombra y, después de cada jugada, mueve las bolitas en el marcapuntos. Supongo que los reporteros de la Casa Blanca hacen lo mismo: sólo que la tienen más difícil porque, según Trump, él siempre ha ganado la mano anterior.

En el marcapuntos de Trump, Ratcliffe perdió, pero sólo porque los medios lo trataron “muy mal”. En cambio, Trump había ganado cuando la Corte le autorizó utilizar parte del presupuesto de Defensa para la “emergencia fronteriza”. Que nadie le pregunte cómo le hará en octubre para hacer aprobar un nuevo presupuesto de defensa, inflado para absorber los tres billones de dólares del muro de este año, y en año electoral.

Pero lo fue mucho peor con las sanciones a China: esta vez sí tocó nervios hipersensibles en la bolsa internacional, la misma que, si Trump tuviera un mínimo de inteligencia a mediano plazo, debería cuidar como la niña de sus ojos. Las marejadas y reflujos de la bolsa tienen autonomía, no empiezan y acaban cuando Trump así lo tuitea. Es allí donde pueden multiplicarse las deserciones en el bando republicano.

En los mismos días se dio la segunda tanda de debates entre candidatos demócratas. Se le ha comparado – despectivamente – con la semifinal de un concurso de belleza, de esos que tanto le gustan a Trump. A mí, en cambio, me parece como el impeachment: riesgoso, sí, pero razonable. Ha presentado el abanico de los veinte precandidatos, sin otros tapujos e hipocresías que las que ellos mismos se imponían. Y, en conjunto, ganaron: por vez primera he visto a Trump realmente a la defensiva. A su manera, claro: los demócratas me dieron la razón porque atacaron a Obama, tuiteó la mañana siguiente. Hay dos respuestas y la primera es fácil: no hay que sorprenderse si Trump no entiende la diferencia entre crítica, deslinde y aprendizaje: no lo ha hecho cono empresario, ni como animador de reality shows, y no lo hace como presidente. La gente que lo conoce personalmente (algunos por haber escrito los libros que luego él firmaba) dice que así es él.

La segunda respuesta es: lo demócratas, divididos como se muestran ahora, son muchos y, en el otoño de 2020, serán como rezaban los ideólogos de la Independencia: “e pluribus unum”: Trump es uno solo, se piensa solo y, se su partido no le pone un freno, se quedará solo. El receso de agosto les servirá a ambos partidos para reflexionar dónde realmente los están dejando dos años de Donald Trump en la Casa Blanca.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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