Elena Chávez González
Hay a quienes les gusta tropezar con la misma piedra todos los días y de nada les sirve ver que su popularidad disminuye ante los garrafales errores que cometen por creer ser inmunes al estar cerca del presidente Andrés Manuel López Obrador. Nada más equivocado, el tabasqueño no es indestructible como siempre aseguró, es un hombre que abusando de su poder cree que los mexicanos aguantaran la sarta de tonterías que anuncia cada mañana desde su pulpito en plan retador.
Claudia Sheinbaum, la niña de los ojos de López Obrador, sigue sin tomar consciencia de que la Ciudad de México no es un pueblito de provincia donde por mil pesos venden su voluntad. Aquí, los ciudadanos están más politizados, entienden de cifras y números y reconocen cuando la ineptitud puede ponerlos en constante peligro como esta sucediendo.
Los homicidios en un restaurante de Plaza Artz la semana pasada fueron un mensaje directo a la Jefa de Gobierno de que ni con la Guardia Nacional evitarán los ajustes de cuentas; los hechos a plena luz del día y en una plaza donde asisten cantidad de personas es un reto a la autoridad que no quiere entender que su estrategia de seguridad está equivocada.
Su ceguera aunada a que se siente apoyada por el presidente López Obrador la mantiene en la soberbia de creer que solo es cuestión de tiempo para lograr la paz y la tranquilidad que les prometió a los ciudadanos cuando anduvo en campaña.
La realidad es la que habla: no hay día que no se susciten hechos violentos, robos por todos los puntos de la ciudad, secuestros, homicidios y por si fuera poco ya hasta ejecuciones en espacios públicos donde pueden morir personas inocentes. Sheinbaum está fallando, la Ciudad de México se tiñe del rojo de la sangre de los y las muertas que lleva sobre sus hombros.
Sin embargo, la gobernadora morenista tiene otros datos, es más tiene otras historias que contar, la de los israelíes ejecutados en Plaza Artz la vulneró mucho más ante la ciudadanía que jamás creyó en el cuento de la infidelidad, del crimen pasional que hizo público su secretario de Seguridad, Jesús Orta.
¿No es tiempo ya de que cambie al responsable de la seguridad en esta ciudad? Orta no ha dado la más mínima prueba de capacidad; ni a sus policías controla, mucho menos logrará hacerlo con la delincuencia que está al mismo tiempo y en todos lados acechando para causar daño.
No hay lugar, público o privado, donde no se hable de la situación de inseguridad en la que estamos viviendo las familias en la Ciudad de México, aquí, pese a ser una de las ciudades más grandes del mundo se le llama ya “pueblo chico, infierno grande” por las notas periodísticas, los videos en televisión y en las redes sociales que dan cuenta de la gravedad del asunto.
La gente ya está harta de escuchar en voz de las autoridades que los asaltos son hechos aislados, que los secuestros se daban más en la administración pasada, los que los muertos son herencia de Felipe Calderón, que les entregaron un cochinero. Eso, señora Jefa de Gobierno, ya no les funciona.
Es triste decirlo, pero la ciudad ya es de los delincuentes, las personas de bien, las familias que gustaban de salir en la noche ya no lo hacen; se mantienen en cerrados en sus casas, con cámaras, alarmas, con perros de protección o con guardias de seguridad privada para protegerse
La promesa de los últimos días es que mensualmente los ciudadanos que vivimos aquí tendremos que ver una disminución en la criminalidad, ¿de cuánto? No lo dijo, lo que si es que volverá a tropezar con la misma piedra por mantener en los puestos de seguridad y procuración de justicia a los funcionarios que ya demostraron son incapaces de cuidarnos.
Estamos viviendo con miedo…
