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Mañaneras sin dignidad

Hoy, las conferencias matutinas de López Obrador distan mucho de ser ese ejercicio pleno de libertad de expresión

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Ernesto Osorio

Cuando en el año 2001 el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador instauró su conferencia de prensa matutina, no fue por una planeación a priori, o gracias a los consejos profesionales de sus asesores en Comunicación Social. La verdad, fue “un chiripazo” que debería agradecerle por siempre al ex panista Arne Ausden Ruthenhagh, quien entonces era Delegado en la Miguel Hidalgo.

Ya habíamos comentado en este mismo espacio que durante su campaña política, López Obrador prometió recibir personalmente todos los días, el primer parte de seguridad por parte de la policía capitalina, para que junto con su gabinete decidir las acciones a seguir para combatir el delito. El reto para nosotros como reporteros, fue entonces comprobar que una vez en el cargo, el Jefe de Gobierno realmente cumpliría su palabra y que llegaría a trabajar de madrugada al Antiguo Palacio del Ayuntamiento.

Casi nunca faltó y para aprovechar el desvelo, los reporteros aprovechábamos su llegada para preguntarle su opinión sobre diversos temas del acontecer político, que entonces estrenaba a un panista en la Presidencia, Vicente Fox.

Una mañana de noviembre y durante la discusión del paquete financiero del 2001 en la Asamblea Legislativa, el Delegado Arne convocó a las cinco de la mañana a un grupo de vecinos con cacerolas para protestar frente al Jefe de Gobierno por el tratamiento partidista que daba al presupuesto de las Delegaciones gobernadas por la oposición y los tumultos no se hicieron esperar. ¡Se armó la rebambaramba! y con ayuda del personal de custodia de la sede del gobierno de la ciudad, López Obrador autorizó nuestro acceso y desde entonces comenzó a recibirnos en el patio central.

Conforme pasaron los días se decidió que sería mejor elegir un lugar para escuchar las preguntas y organizarlas en forma de una conferencia de prensa.

Así nacieron las mañaneras. Entonces no había redes sociales y los noticiarios matutinos de radio que se transmitían en vivo, eran el gran escaparate para que López Obrador tuviera contacto con la gente. Aunque Vicente Fox intentó copiar la estrategia, nunca lo hizo tan temprano y su conferencia en Los Pinos duró apenas algunos meses.

A las conferencias de AMLO únicamente se permitía el acceso a medios acreditados, a periodistas debidamente registrados por el área de Comunicación Social y entre los mismos reporteros nos organizábamos para no permitir el paso a quienes no fueran reporteros o periodistas haciéndoselo saber al entonces Director de Información Cesar Yañez. Incluso, nos coordinábamos para hacer las preguntas en orden y definíamos los temas conforme a las indicaciones que cada reportero tenía de parte de nuestras redacciones.

Durante la mayor parte de su gobierno, López Obrador fue siempre respetuoso con los medios y los reporteros que cubríamos sus conferencias, incluso con quienes representaban a los que cotidianamente lo criticaban. El respeto era tal, que nunca respondió a reporteros de otras fuentes en eventos públicos pues decía “se debía a la fuente” que madrugaba para atender sus conferencias.

Los reporteros supimos entonces, que independientemente de las instrucciones que teníamos de nuestros medios, la dinámica del encuentro con el Jefe de Gobierno la establecíamos nosotros; no hubo ni un solo tema -durante los casi cinco años que me tocó cubrir sus mañaneras- que se dejara de abordar, por mucho que incomodara al Jefe de Gobierno y el respeto mutuo siempre predominó.

Hoy, las conferencias matutinas de López Obrador distan mucho de ser ese ejercicio pleno de libertad de expresión. Tuve la oportunidad de asistir el martes pasado a Palacio Nacional y no solo fui testigo del maltrato hacia los medios que somos pequeños o incipientes portales digitales, sino que pude percibir cierto autoritarismo por parte del orador en su discurso y la vergonzosa presencia de sujetos que no son periodistas, sino personeros que a cambio de un apoyo económico para sus publicaciones se prestan a elaborar preguntas a modo para el lucimiento de la figura presidencial.

Resulta lamentable que los directivos de los medios que envían a sus reporteros a estas conferencias permitan que el Presidente los estigmatice, los degrade y descalifique con la ayuda de “bots” que se desviven en insultos a través de la transmisión en vivo por redes sociales. Ninguno ha salido a defender a sus informadores y como siempre, el hilo siempre se rompe por lo más delgado.

Sin lugar a dudas, falta mucho camino por recorrer para lograr un marco normativo que proteja el ejercicio de nuestra profesión de cualquier agresión, física o verbal. Pero mientras eso llega, debemos tomar decisiones y de manera inteligente, impedir esas faltas de respeto a nuestro trabajo.

Hace unos días, leía en el diario español “El Mundo”, un artículo del periodista alemán Christoph Droesser, ex corresponsal del semanario alemán Die Zeit, titulado “En Alemania la prensa organiza las ruedas de prensa”.

Su texto inicia con una descripción de la sala de prensa James S. Brady de la Casa Blanca, con sitio solo para 49 periodistas, y en la que se pelean por atraer la atención del presidente y lograr la dádiva de poder hacer una pregunta.

“Cada vez que lo veo, agradezco la suerte que tenemos en la Bundes presse konferenz, la conferencia de prensa federal, única en el mundo, y en la que desde 1949, el gobierno alemán responde a los periodistas tres veces por semana. Nosotros decidimos las reglas y elegimos a quiénes hacen las preguntas por duras que sean y vengan de un medio grande o pequeño. En nuestro país, los periodistas somos anfitriones, no huespedes” refiere el colega alemán .

Dice además que este tipo de conferencias surgieron hace más de un siglo, luego de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, cuando los corresponsales en Berlín de los principales diarios decidieron no depender más de comunicados engañosos.

Aquellos tiempos revolucionarios fueron liquidados con la Reichs presse konferenz de Joseph Goebbels a partir de la victoria nazi, en 1933, pero se recuperaron tras la Segunda Guerra Mundial, el mismo día que el primer Bundestag eligió a Konrad Adenauer primer canciller de la nueva República Federal Alemana.

“Adenauer fue el primer invitado a la nueva BPK, aceptó sus reglas y ningún político se ha atrevido desde entonces a prohibir las preguntas sin filtros y, con frecuencia, irreverentes de la prensa”, concluye.

Este sería el modelo a seguir si lo que realmente desean los ejecutivos y dueños de los medios de comunicación de nuestro país, es lograr que las conferencias mañaneras del Ejecutivo Federal, no sean más espacios para la propaganda política del máximo líder de Morena y sirvan para informar.

En serio, piensen ¿quién necesita a quién? El gobierno federal tiene sus propios medios, sus redes sociales y adeptos no le faltan para difundir su proyecto político y de gobierno. Los medios estamos para brindar un servicio a la sociedad, no al poder en turno.

Una máxima del Presidente López Obrador, es que “la prensa, se regula con la prensa”. Tomémosle la palabra e intentemos hace algo para no dejar que sigan socavando nuestra profesión en esas “mañaneras sin dignidad”

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