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Capital Político

Caen dos cercanos a Claudia

Es claro que se trata de un acto de corrupción, que la propia ley configura como un tema de cohecho

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Adrián Rueda

Dos de los funcionarios más cercanos a Claudia Sheinbaum, que venían con ella desde Tlalpan, cayeron en los últimos días por “conflicto de intereses”, aunque en realidad fue por vil y vulgar corrupción.

A principio de mes el consejero jurídico Héctor Villegas y su pareja sentimental hicieron un viaje relámpago a Estados Unidos, para aprovechar el llamado viernes negro, donde cada año las tiendas de esa nación ponen a la venta artículos a precios de ganga.

Hasta ahí la cosa sólo había alcanzado a Villegas, quien de paso se llevó entre la patas a Carina Piceno, coordinadora de Servicios Parlamentarios en el Congreso de la Ciudad de México, que fue obligada a renunciar.

Sobre la salida de su consejero jurídico, Sheinbaum dijo inicialmente que fue “una decisión personal”, aunque ayer reconoció que fue a causa del shopping.

Pero la cosa no quedó ahí, pues la propia jefa de Gobierno dijo que en ese vuelo fifí iba también María Idalia Salgado, titular de Instituto de Verificación Administrativa de la capital, a la que ayer mismo corrió.

Independientemente de que viajaron en un jet privado, el verdadero problema es que quien puso la aeronave fue Fernando Ruano, concesionario privado de la ruta de microbuses más grande de la Ciudad de México.

Y como una de las funciones del Invea es precisamente verificar y sancionar a esos transportistas, Salgado fue cesada por evidente “conflicto de interés” entre su tarea como funcionaria y sus relaciones personales.

Pero Claudia debería leer bien la ley, pues no es tan fácil que ambos funcionarios —cercanísimos a ella— sean despedidos y ya. Antes se debe investigar si se trató de un acto de corrupción, porque ahí la cosa cambia.

Si Villegas y Salgado fueron invitados por Ruano, hay que recordar que la Ley de Responsabilidades Administrativas y el Sistema Nacional Anticorrupción prohíbe a funcionarios recibir regalos.

Y más en este caso, donde la relación entre los funcionarios del gobierno y el dueño de una concesión pública era más que directa. Es claro que se trata de un acto de corrupción, que la propia ley configura como un tema de cohecho.

En el caso concreto de los viajes, los funcionarios sólo pueden aceptarlos si se trata de conferencias o invitación de otro gobierno, y se deben registrar. Y como ninguna de estas atenuantes se cumple, en términos llanos lo que se vivió al interior del Gobierno de la CDMX —reconocido por la misma titular— es el primer caso de vil corrupción de la 4T en la capital.

Para su propia tranquilidad, y para que no la vayan a señalar como encubridora u omisa, Sheinbaum debe exigir a la Contraloría investigar a fondo el tema, y que se decida el tipo de castigo que estos malos funcionarios merecen: despido, inhabilitación o cárcel.

Por cierto, la oposición y una parte de Morena están buscando revertir la salida de Piceno en Donceles y rechazar su renuncia, lo que seguramente molestaría a muchos en el Zócalo.

CENTAVITOS

Para acabar el mal día, la jefa de Gobierno tuvo que lidiar personalmente con los coordinadores parlamentarios de oposición, a quienes llamó a sus oficinas para apapacharlos y pedirles que le aprueben el Presupuesto 2020 para la CDMX —que debe quedar listo este fin de semana—, pues los matalotes de Morena que pululan en Donceles nomás no pueden.

Periodista, especializado en política de la CDMX. Editor y columnista

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