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El Rébsamen de Sheinbaum

Este nombre se ha cruzado en un par de ocasiones en la vida política de Sheinbaum. Primero como entonces Jefa Delegacional en Tlalpan, y ahora como Jefa de Gobierno de la CDMX

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Hugo Morales Galván

Enrique Conrado Rébsamen Egloff fue un educador mexicano nacido en Suiza en 1857 y fallecido en 1904. Dice una referencia suya en internet que las reformas educativas que impulsó “influyeron de manera decisiva en el sistema educativo actual en México”.

Su nombre se ha cruzado en un par de ocasiones en la vida política de Claudia Sheinbaum. Primero como entonces Jefa Delegacional en Tlalpan, y ahora como Jefa de Gobierno de la Ciudad de México (CDMX).

El Colegio Rébasamen fue la escuela que se derrumbó el 19 de septiembre del 2017 y bajo cuyos escombros murieron 19 niñas y niños y seis adultos. Ubicado en Villa Coapa en la CDMX, el Colegio operaba con un cúmulo de irregularidades administrativas solapadas por la Delegación de Tlalpan, de antecesores y de la propia Sheinbaum. Durante la campaña electoral del 2018 pudo sortear las acusaciones sobre su responsabilidad. Pudo inculpar a personal bajo su cargo como responsable de la ampliación de la construcción irregular en el Colegio. Entonces acusó golpeteo político. Políticamente libró las acusaciones. Supo manipular a una parte de los familiares. Pero otros no quitan el dedo del renglón de señalarla como la responsable de la muerte de 19 niñas y niños y los seis adultos.

Hoy, el apellido Rébsamen se le vuelve a poner enfrente. Y de nueva cuenta, negligencia suya y de sus colaboradores desembocaron directa o indirectamente en la muerte de Fátima, una niña de siete años, torturada y asesinada en la CDMX.

Fátima asistía al Colegio Rébsamen en Santiago Tulyehualco, Xochimilco. El 11 de febrero pasado, una persona la recogió en el Colegio ante el retraso de su madre. Imágenes muestran a la niña caminando alegre de la mano de una mujer. Fátima desapareció. Su madre y su padre denunciaron el hecho ante la Fiscalía General de la CDMX. Pero minimizaron el hecho. El sábado 15 por la tarde su cuerpo apareció torturado, envuelto en una cobija y dentro de una bolsa de basura en un camino de terracería. Hasta el lunes 17, el Gobierno de la CDMX puso atención a la gravedad del suceso, debido a la ola de protestas ciudadanas y de grupos de mujeres en las redes sociales.

Al igual que en el Colegio de Villa Coapa, Sheinbaum quiso torear la crisis, suponiendo que no era más que una minucia la muerte de una niña. “Ahorita no, soy respetuosa de mi fuente”, fue su respuesta al ser interrogada sobre una muerte previa, la de Ingrid Escamilla. Sonriente y sarcástica, la funcionaria quiso dar clases de periodismo y puso la costra de su insensibilidad como ejemplo de por qué la simpatía con la que llegó al cargo se ha ido derrumbando como se derrumbó el Rébsamen de Villa Coapa.

Lejos de enfrentar el problema y dar la cara ejerciendo liderazgo, la Jefa de Gobierno prefirió ocupar su sábado en una comida con gobernadores de Morena para ofrecer su respaldo a la política económica de Andrés Manuel López Obrador.

Sonriente se le observó al lado de los gobernadores cuyos estados son un infierno del narco: Veracruz, Morelos y Tabasco; con el de Chiapas donde un día después serían brutalmente reprimidos normalistas y familiares de los 43; y con el agradecido de Dios que le permitió llegar ala gubernatura de Puebla, gracias a la muerte divina de la gobernadora Martha Erika Alonso.

Acostumbrada a cobijarse en su jefe político, López Obrador, Sheinbaum quiso repetir la dosis. El Presidente de la República le apapachó durante tres días seguidos al refrendarle su confianza. Igual como sucedió con la muerte del universitario Norberto Ronquillo. Mientras la comunidad de la Universidad del Valle de México lloraba la muerte del joven, ocurrida una semana antes de graduarse, Sheinbaum prefirió viajar a Tijuana a un evento de López Obrador en defensa de la “soberanía” de México.

Si a nivel federal se pide un Presidente empático con las mujeres, en lo local, la ciudadanía reclama una Jefa de Gobierno empática con la gente. Al igual que su jefe y el resto de sus compañeros de Morena, siguen en su novedoso tobogán de inculpar de todo a sus antecesores, de acusar al “neoliberalismo” como el causante de sus problemas.

El problema es que nadie les cree. Ella y todos lo personajes gobernantes de Morena, desde el PRD, se enriquecieron a manos llenas y vivieron a gusto en lo que ahora critican. Pero es su única salida ante su incapacidad. Allá ellos.

Parafraseando a Las Tesis, diremos a Sheimban: Un Rébsamen en tu camino.

 

 

 

 

 

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