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UNAM: Tierra de nadie

Esta violencia se va extendiendo ante la omisión de la autoridad de esta ciudad, la cual se escuda al igual que otras en el argumento de la autonomía de la Universidad para no intervenir

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Ernesto Osorio 

Mucho se ha comentado sobre la ingobernabilidad que existe al interior de los planteles escolares de la Universidad Nacional Autónoma de México y de Ciudad Universitaria donde el campus es considerado por algunos grupos políticos como un enclave autónomo de esta capital.

Desde mediados del año pasado, la comunidad estudiantil al interior de algunos planteles de la UNAM, han sido objeto de manipulación por parte de estos grupos que sin escrúpulos aprovechan la juventud y -en algunos casos la ignorancia- de los estudiantes para motivarlos a exigir los derechos que la Constitución les otorga, a partir de consignas o de una supuesta ideología que -a su manera- dicen defender los derechos de los jóvenes y que para no ser identificados por “el Estado opresor” se cubren sus rostros.

Uno de los temas más sensibles que ha impactado en la juventud en esta ciudad en los últimos dos años, ha sido lamentablemente el incremento de los feminicidios y toda forma de violencia contra las mujeres, una causa a la que nos hemos sumado millones que reconocemos es un problema para el cual nuestros gobernantes no han logrado una solución.

En noviembre pasado, cuando las marchas de grupos feministas a favor de las mujeres estallaron en la Ciudad de México con una violencia inesperada y condenable que dejaron a personas lesionadas y varios monumentos históricos vandalizados, estos grupos de radicales entre los que se mezclan golpeadores y delincuentes, trasladaron sus acciones al interior de los planteles de las Preparatorias de la UNAM, donde encontraron un campo fértil para reactivar sus agresivas manifestaciones.

Es cierto, quienes hemos transitado por estos planteles sabemos que hay carencias, que la seguridad al interior de los mismos es mínima, por no decir que inexistente y que la falta de filtros o mecanismos de control de confianza para docentes y autoridades de las escuelas son un problema que crece todos los días en todas las instalaciones de la UNAM. Pero toca a estudiantes, trabajadores, padres de familia y profesores ponerse al frente de las protestas y sin permitir la injerencia de grupos ajenos a la Universidad, tomar las acciones a seguir para reinstaurar el orden y demandar justicia.

Lamentablemente, estos grupos se han enquistado en nuestra máxima casa de estudios, y con engaños lograron convencer a algunos estudiantes para secuestrar las Preparatorias 7 y 9 para causar destrozos y destruir documentación académica, robar materiales de laboratorios y ocasionar daños a monumentos. Afortunadamente los padres de familia y estudiantes lograron recuperar ya la Prepa 7, pero apenas este jueves, un grupo de jovencitas con el rostro oculto, decidieron tomar la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, al tiempo que otros tomaron con violencia la Preparatoria 2.

La situación transita hacia retener espacios con la misma ingobernabilidad que impera desde hace varios en la Facultad de Filosofía y Letras, donde el auditorio Ché Guevara se convirtió en el cuartel de estos grupos violentos, que se encargan de traficar con drogas y constantemente se infiltran a manifestaciones o encabezan esta toma de las escuelas y facultades.

Esta violencia se va extendiendo ante la omisión de la autoridad de esta ciudad, la cual se escuda al igual que otras en el argumento de la autonomía de la Universidad para no intervenir, y dejar la solución a las autoridades de la Rectoría que encabeza Enrique Graue.

Este argumento que se originó a raíz del movimiento estudiantil de 1968, cuando el gobierno de Díaz Ordaz ordenó que elementos del ejército ocupara el campus con la finalidad de sofocar el movimiento estudiantil. Atendiendo sus intereses políticos, los gobiernos que le siguieron se mantuvieron al margen, hasta que en 1999 el Rector Juan Ramón de la Fuente pidió la intervención de la Policía Federal para desalojar a los paristas de las instalaciones de la UNAM que las mantenían secuestradas por casi dos años.

La autonomía no está por encima del sistema jurídico del país, equivocadamente se internalizó la idea de que ningún nivel de gobierno podía tener injerencia en lo que sucedía al interior de la universidad y esto generó el hermetismo y la opacidad que actualmente imperan en la máxima casa de estudios en temas que van desde la seguridad, hasta la transparencia.

El concepto de autonomía se tergiversó llegando al ridículo de entenderla como una especie de “extraterritorialidad” o “independencia” del Estado mexicano, ya que parece ser que asumen que el sistema jurídico del país no aplica para la universidad.

La ley que rige a la UNAM dice claramente que “la autonomía es la facultad que poseen las universidades para autogobernarse –darse sus propias normas dentro del marco de su Ley Orgánica y designar a sus autoridades -, para determinar sus planes y programas de estudio dentro de los principios de libertad de cátedra e investigación y, para administrar libremente su patrimonio…“

En ese sentido, la ley establece que las características de la autonomía universitaria son: académica, de gobierno y económica. En ningún momento la ley señala que la autonomía signifique “extraterritorialidad”, simplemente se le otorgó la facultad de autogobierno en los términos antes mencionados.

Entiendan jóvenes, es falso que haya una violación a la autonomía porque entren elementos de seguridad pública cuando se cometan delitos dentro de los planteles o el campus universitario, ya que la autonomía no está por encima del sistema jurídico del país, es decir, no es un espacio de excepción y la autonomía no debe ser pretexto para obstruir la procuración de justicia en delitos del fuero común.

Es urgente que como universitaria, la Jefa de Gobierno convoque al Rector y al gobierno federal para juntos, encontrar la mejor forma de evitar que estos actos de violencia sigan creciendo dentro y fuera de la UNAM. Existen diversas formas y mecanismos para crear y capacitar un verdadero cuerpo de seguridad que combata la violencia en la Universidad y que el Estado le debe desde hace más de 50 años.

Aún estamos a tiempo…evitemos que la sangre llegue a correr por los pasillos de nuestra querida UNAM, no permitamos que nuestra Universidad siga siendo una tierra de nadie.

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