Pablo Trejo
Hasta el día de hoy hemos escrito sobre las consecuencias económicas del Covid-19 en el rubro de la economía formal, es decir, aquella que básicamente paga sus impuestos, que ofrece seguridad social a sus trabajadores., Sin duda, la contracción derivada de la falta de actividad económica, será durísima para ellos. No hemos hablado de un segundo sector de la economía, que es el informal y que agrupa a la mayoría de los mexicanos que viven al día y que son aquellos que no han tenido las condiciones para resguardarse para estar a salvo de la epidemia que nos azota.
En el sector informal está todo el ambulantaje, taxistas, muchos músicos que ofrecen sus servicios en la calle, quienes trabajan en los tianguis, limpiavidrios, acomodadores o franeleros, vendedores de comida en la calle, aquellos que ejercen diferentes oficios como plomeros, carpinteros, meseros, etc.
Y existe un tercer sector que, además de informal, se ubica en la franja de la ilegalidad, y que es algo de lo que hablamos muy poco, como quienes ejercen la prostitución, por ejemplo, y a quienes las necesidades de alejamiento físico eliminan cualquier posibilidad de realizar sus actividades. Eliminando de nuestra ecuación cualquier consideración moral, debemos reconocer que estos sectores invisibles de la economía, también requieren de nuestra atención, ya que, de lo contrario, las consecuencias pueden ser mucho más complicadas.
Ponemos todo esto sobre la mesa, porque cualquier plan de recuperación que emprendamos después de que pase la crisis del Covid-19, debe contemplar a todos los actores de la economía, tanto formales como informales, ya que, de no hacerlo, estaríamos contribuyendo a acentuar en lugar de atemperar la brecha entre los diferentes estratos de la población.
Un mecanismo eficaz de promover la justicia social, es la universalidad de los programas, lo que evita la entrega discrecional de apoyos. Pongamos un ejemplo muy sencillo: derivado de esta crisis, se otorgarán apoyos económicos a familias que tengan hijos estudiando en instituciones públicas. Si bien eso es positivo, deja de lado la posibilidad de que familias que tengan a sus hijos estudiando en instituciones privadas, reciban esos apoyos, aún y cuando su situación sea complicada., Ni todos los inscritos en escuelas públicas son pobres, ni todos los que estudian en escuelas privadas, son ricas, y partiendo de ahí, la única manera real de garantizar el apoyo a quienes más lo necesitan, es a través de la universalización.
El principal obstáculo a la universalización es el tema presupuestal, ya que el número de beneficiarios se incrementaría radicalmente y sería muy difícil lograr la cobertura deseada: Por otra parte, tenemos una gran cantidad de programas sociales duplicados y hasta triplicados en los tres niveles de gobierno. Si elimináramos satisfactoriamente esas discrepancias, y compactáramos programas, estaríamos mucho más cerca de un ingreso universal que en realidad contribuiría
