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Economía para Principiantes

El dinero no es la felicidad

¿De qué nos sirve el dinero si no somos felices?

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Pablo Trejo

En este espacio hemos escrito muchas veces sobre el Producto Interno Bruto, y lo hemos catalogado como el instrumento de medición de una economía más aceptado por todos los países del mundo. La semana que recientemente terminó, y ante los escenarios catastróficos que vaticinan que nuestro Producto Interno Bruto caerá al menos un 8 por ciento como causa de la pandemia que nos azota, el presidente de la República dejó entrever su rechazo a empatar la realidad mexicana con lo que le pase al PIB, e incluso sugirió que “esos términos, ya también deben entrar en desuso, hay que buscar nuevos conceptos” también señaló que “en vez de crecimiento, se debe de hablar de desarrollo, y en vez de hablar del PIB, hablar de bienestar. En vez de material, pensar en lo espiritual”.

Las sociedades modernas, han establecido una relación directa entre los conceptos acumulación-felicidad. Ello supondría que un individuo solo puede ser feliz en la medida en que tenga resueltas sus necesidades y acumule bienes que le permitan una vida más cómoda y desahogada. Durante años, el desarrollo del modelo capitalista y la intervención de los medios masivos de comunicación contribuyeron a construir una burbuja en la que se pensaba que todos aquellos que lograran el éxito financiero estarían asegurándose un pedazo de felicidad.

Durante muchos años, se llego a considerar que la riqueza y la acumulación, debería ser el fin máximo de cualquier sociedad organizada. Sin embargo, los efectos nocivos del capitalismo a ultranza y las enormes desigualdades entre ricos y pobres, dio pie al nacimiento de corrientes del pensamiento que comenzaron a demostrar que existían naciones con menor índice de desarrollo (PIB más bajo) que manifestaban ser mucho mas felices que las naciones más desarrolladas del mundo. Eso sugiere un tema muy interesante: para ser feliz, no hace falta el dinero.

El ejemplo más claro de ello, lo encontramos en una pequeña nación asiática llamada Bután, en la que incluso se desarrolló un nuevo modelo denominado Índice de la Felicidad Nacional Bruta que coloca de nueva cuenta a la felicidad como el asunto de mayor prioridad en la agenda pública ¿nos suena parecido a lo que tiene en mente nuestro presidente?

Más que los niveles de producción, las cifras de empleo, o la paridad de la moneda frente al dólar, los conceptos más importantes en esta concepción del mundo, son la corresponsabilidad social; la solidaridad, el respeto al medio ambiente; el fomento de la cultura, y el buen gobierno. Si se logra que esos conceptos los adopte la ciudadanía, ello generará una sensación de felicidad colectiva.

¿De qué nos sirve el dinero si no somos felices? ¿Se puede alcanzar el bienestar colectivo sin que se necesite para ello generar riqueza? ¿Encontrar el bienestar colectivo implica renunciar a la posibilidad incrementar la riqueza de los individuos?

Todos esos cuestionamientos se encuentran detrás de las declaraciones de nuestro mandatario. Por ello parecería que para el, lo de menos son las cifras, ya que éstas no sirven de nada, si no nos hacen felices.

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