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Pluma Invitada

¿Salud o economía?

El llamado va dirigido a reactivar la economía de manera consciente, solidaria y responsable, uso obligatorio de máscaras, caretas, gel desinfectante, sanitizantes, etc.

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La actual pandemia de COVID-19 ha cambiado el mundo que conocemos en muchos aspectos, las repercusiones en todos los ámbitos de la vida son tangibles y se profundizarán con el paso del tiempo, la economía cambiará diametralmente, la forma de gobernar, la retórica política y las conductas sociales, nuestra forma de ver el mundo, de vivirlo, nuestra concepción misma de la existencia cambiará. Sin embargo, y muy a mi pesar, la actual pandemia ha sido un factor más de división, discordia y tensión social; por una parte, están aquellos que abogan por quedarnos en casa hasta que todo esto pase, si es que alguna vez pasa; y están aquellos que opinan que debemos abrir las economías a pesar del elevado riesgo sanitario. ¿Quién tiene razón?, ¿Qué debemos hacer y cómo debemos actuar de ahora en adelante?, ¿Cómo serán las dinámicas sociales y económicas hacia el horizonte?

Partamos de una premisa fundamental, el hombre es libre, no podemos restringir esa libertad de manera indefinida, eso iría en contra de los preceptos humanos básicos; segundo, la actual pandemia de COVID-19 ya se ha propagado lo suficiente en todo el planeta como para desaparecer por completo, es una enfermedad que nos llegó por sorpresa, cambió el mundo en cuestión de semanas, y llegó para quedarse. A partir de estas dos premisas, la única salida viable para recuperar cierto nivel de normalidad sería una vacuna eficaz contra el virus, sin embargo, la existencia de dicha vacuna no supone la extinción de la enfermedad ni la inmunidad total contra esta, solo es la generación de anticuerpos que permitan al sistema inmunológico defender al organismo.

En el mejor de los escenarios una vacuna con un grado de efectividad aceptable estaría lista para finales del presente año, sin embargo, la producción de más de 7 mil millones de dosis y su repartición justa a lo largo y ancho del planeta supone un reto monumental, en el mejor escenario la vacuna podría ser aplicada a buena parte de la población a mediados del próximo año. ¿Qué hacer hasta que llegue ese momento?, ¿encerrarnos en casa?, las cifras económicas mundiales son espantosas, el PIB durante el segundo trimestre del año cayó cerca del 19% en nuestro país, la peor contracción económica en casi 100 años, ni siquiera las crisis de 1995 y 2008 fueron tan abruptas; la economía de Estados Unidos sufrió la peor contracción de su historia, más de 30% de contracción en el mismo período; las cifras de desempleo son exorbitantes, más de 20 millones de mexicanos dejaron de recibir ingresos o perdieron su empleo, la peor cifra de la historia moderna, cerca de 70 millones de personas ganaron apenas lo suficiente para adquirir la canasta básica, y no hablaré de las cifras en Estados Unidos, alarmantes.

A lo que quiero llegar con estas cifras es comparar los daños ocasionados por la actual pandemia, el remedio no puede ser más costoso que la enfermedad misma, la crisis económica presente será mucho más dañina que la crisis de salud, se perderán millones de empleos permanentes, cerrarán miles de pequeñas y medianas empresas, se perderán los sueños de miles y miles de familias, México retrocederá a niveles productivos de hace una década, se habrán esfumado lustros de avance y progreso. La realidad es que no podemos permitir como sociedad que todo esto escale a magnitudes aun mayores, la economía somos todos y todos dependemos de todos. Desde un punto de vista magnificado, las cifras de mortalidad relativas al virus son bajas, alrededor del 10%, en México tenemos ya casi 50,000 muertos por la falta de responsabilidad y sentido de comunidad, sin embargo, si comparamos esta cifra con el universo de muertes relativas distintas causas veremos que no es una cifra realmente alarmante, pero los medios de comunicación utilizan sus espacios para magnificar la noticia y dirigir al espectador a un modelo de pensamiento erróneo y equívoco. Que no se malentienda, toda vida humana es valiosa, única e irremplazable, pero en cuestión de magnitudes será 10 o 20 veces peor la crisis económica que el impacto sanitario de la pandemia, 50,000 muertos contra 20 millones de desempleados y 15 millones de personas que ingresarán a las filas de la pobreza. Es cuestión de perspectiva.

El llamado va dirigido a reactivar la economía de manera consciente, solidaria y responsable, uso obligatorio de máscaras, caretas, gel desinfectante, sanitizantes, etc. Pero es necesario volver a consumir, es necesario que la gente consuma en sus restaurantes favoritos, de los cuales dependen miles y miles de familias, es necesario que se compren artículos en las tiendas departamentales, es necesario que la gente viaje, con todas las medidas prudentes, tan solo el turismo aporta cerca del 15%del PIB nacional y millones de empleos directos e indirectos, en necesario volver a la vida económica activa. Muchas personas argumentan y critican que las personas irresponsables salgan de fiesta y demás, comprendo el enojo y la frustración, en moralmente incorrecto hacer ciertas actividades, es innecesario el ocio, deberían prohibirse los eventos masivos y reuniones multitudinarias, sin embargo, creo que hay que poner en la balanza los beneficios y los riesgos antes descritos, salgamos a reactivar la economía de manera justa, responsable y solidaria.

Es egoísta que nos quedemos meses y meses encerrados en la comodidad y seguridad de nuestros hogares, muchos tenemos el privilegio de poder hacerlo, sin embargo, eso contrasta profundamente con el grueso de la población mexicana, quienes tienen que salir diariamente a ganarse el pan y el sustento. Aquella señora que vende artesanías en el centro de Oaxaca, o el mesero del restaurante en Barra Vieja, o el empacador del super, o el que lava los coches, o la señora que ayuda a las labores domésticas, o el chofer del valet parking, entre miles más, todos dependen de la activación de ciertas actividades económicas y necesitan de nosotros para salir adelante. No podemos encerrarnos en nuestra burbuja de confort y seguridad cuando la realidad es diametralmente opuesta, eso es egoísmo a ultranza e individualismo exacerbado. Veamos a quienes necesitan de nosotros y seamos personas consientes de la realidad del país, no de nuestra realidad.

 

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